OPINIóN
Actualizado 10/07/2016
Fernando Saldaña

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Coincidimos en el bar de Emilio cuatro de las locas, incondicionales de lo social y de lo cultural (yo era el único varón en la tertulia). Es de noche y estamos en la calle, en la terracita, al abrigo del calor sofocante. En nuestra conversación se cuelan los refugiados, y son bienvenidos, no como en nuestra Europa insolidaria. Hablamos de políticas comunitarias, de desprecio a la vida, de hipocresía social, de carcas egoístas disfrazados de mandatarios? Y de la caravana a Grecia. Ésa que saldrá desde un montón de ciudades, con escala en Barcelona y destino en Tesalónica.

La iniciativa no ha calado por igual entre las contertulias: mientras algunas la tachan de turismo ONG, otras defienden la virtud de la actividad, y del movimiento que nace y se agrupa en torno a la defensa de los derechos de los débiles, en este caso los refugiados.

En algo estamos de acuerdo los cuatro. El movimiento, que ha nacido para tratar de devolver la dignidad a quienes huyen de la guerra, es un revulsivo. Es una patada en nuestras conciencias acomodadas. Un escalón más en la lucha hacia otro mundo. Un acicate para poder mirar a los gobernantes y gritarles que no queremos su sistema, que está corrompido por prejuicios y petrodólares, que deseamos un mundo más armónico, más igual. Más mundo y menos euro.

Al final, optamos por ponerle una sonrisa a la caravana, por dar un abrazo a las viajeras y por rogarles que su esfuerzo siga pasando fronteras: no las que separan los países, sino las que atraviesan conciencias.

Buen viaje, a quienes parten. Feliz reflexión a quienes nos quedamos.

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