OPINIóN
Actualizado 02/07/2016
Julio Fernández

Profesor de Derecho Penal de la Usal

Es inevitable hacer un comentario de los resultados electorales del pasado domingo y sobre los éxitos y fracasos de cada formación política que concurrió a las elecciones. La victoria del PP, aunque le convierte en la primera fuerza policía del país, no es suficiente para dirigir la acción de gobierno o, al menos, no con la misma fuerza que en la legislatura 2011-2015, en la que el gobierno del PP pasó por la arena de la convivencia como un pesado rodillo, pisoteando los derechos sociales y económicos, sobre todo, de los sectores más desfavorecidos de la sociedad.

Como consecuencia de ello, el escenario político cambió considerablemente. Hasta 2011 imperaba un bipartidismo rígido que proporcionó un colchón electoral muy importante al PP. Pero la mala gestión de los intereses generales por parte del gobierno de Rajoy que se tradujo en un incremento considerable de la pobreza y las desigualdades (debido, fundamentalmente, a los recortes sociales que, por desgracia, siempre afectan a los más débiles), la prepotencia y la soberbia en la elaboración y aprobación de leyes que afectan a derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos sin el consenso con el resto de las fuerzas políticas (reforma de las leyes penales y de seguridad ciudadana sin un debate racional y sensato previo) o la reforma de la legislación laboral que convierte a los nuevos trabajadores en esclavos.

La estrategia le ha salido bien al PP y hay que felicitarles por ello, porque, resulta sorprendente y, cuando menos, paradójico, que un partido político que tiene en la actualidad tantos miembros implicados en casos de corrupción política, consiga ganar de nuevo unas elecciones. No obstante, hay que reconocerles que en el arte de la prestidigitación son auténticos expertos. Eso, unido al mensaje del miedo (que siempre utilizan los partidos de gobierno cuando ven peligrar su continuidad, dígase el gobierno de Felipe González en las elecciones generales de junio de 1993, que también ganó, a pesar de las encuestas desfavorables y los incipientes casos de corrupción con los que contaba) para evitar que la formación morada tuviera más apoyo electoral, generaron un clima de incertidumbre que se tradujo en un incremento de votos y escaños para los populares.

Ahora bien, después de este entramado electoral cabe preguntarse, ¿el espacio político que ocupa el PP es el mejor carril para que transite el tren de la convivencia en una sociedad del siglo XXI?

De todos es sabido que en Europa después de la Segunda Guerra Mundial y motivado por sus funestas consecuencias y por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 1948, se impusieron las ideas de la socialdemocracia impulsadas, fundamentalmente, por el sueco Olof Palme y por el alemán Willy Brandt.

Después de los resultados electorales del 26-J ese espacio político que yo denomino "de convivencia" creo que siempre se identificará con aquélla socialdemocracia que tanta prosperidad aportó a Europa y, e particular, también a España con los gobiernos de Felipe González. La prueba de que esto es así lo evidencia la aparición de las dos nuevas formaciones políticas; Ciudadanos, que ha intentado quitarle al PP su espacio socialdemócrata, que también lo tiene, pero más débil; y Podemos, que, aprovechando la mala gestión del último gobierno de Zapatero, amedrentado con las consecuencias de la crisis, ha querido ocupar ese espacio del PSOE, pero que, en realidad, quisieron ser muy ambiciosos al intentar ocupar otros espacios más a la izquierda e incluso de la izquierda radical y, en la realidad, el espacio socialdemócrata de Podemos pasó a ser, como en el PP, más débil de lo realmente pretendido por sus líderes políticos.

Con este razonamiento, el espacio político de convivencia más adecuado a nuestra realidad social y que yo identifico con "el carril socialdemócrata", lo ocupan casi en su totalidad las formaciones políticas de Ciudadanos y PSOE, en menor proporción, Podemos y más alejado de ese carril, el PP. Claro que el PP tiene su espacio socialdemócrata, pero ¿dónde están en España los apoyos políticos, que hay muchos, a las ideas ultraderechistas?, ¿por qué no hay formaciones políticas integristas del estilo del Frente Nacional en Francia que consigan escaños? ¿quiere decir que como ninguna formación política de extrema derecha ha obtenido escaños, no hay apoyos sólidos a este tipo de partidos? Sabemos que la respuesta es negativa y que sí hay apoyos ideológicos a la ultraderecha. Lo que ocurre es que la inmensa mayoría de los votantes que apoyan corrientes xenófobas dan su apoyo electoral al PP; de lo contrario, partidos como Fuerza Nueva o Falange obtendrían algún escaño en el Congreso de los Diputados y llevan muchos años que no sacan ninguno.

Si no fueran ciertas estas afirmaciones, el PP no habría interpuesto en su día recurso de inconstitucionalidad contra la ley de matrimonio homosexual, la reforma de la despenalización del aborto por el sistema de plazos aprobada por el gobierno de Zapatero o se hubiera dado cumplimiento a lo previsto en la Ley de Memoria Histórica reconociendo y dignificando a todas las víctimas de la Guerra Civil y de la dictadura franquista y no vilipendiándolas como hacen algunos sectores reaccionarios de la derecha española y de integristas religiosos.

Debido a ese espacio (importante) que ocupa el PP y que no forma parte del "carril socialdemócrata" algunos líderes políticos, como Rivera o Sánchez, han venido manifestando que Rajoy no debe ser presidente del gobierno y, en su caso, si éste renuncia y ocupa su lugar otro líder del PP más acorde con los intereses de lo que yo denomino "carril socialdemócrata", podrían apoyarle en la investidura como presidente del gobierno.

Etiquetas

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >El carril socialdemócrata