OPINIóN
Actualizado 29/06/2016
José Amador Martín

LUZ

Me gusta la luz, en aquellas miradas penetrantes y compasivas,

en las miradas que desentierran el día y los caminos del aire,

cuando la luz te invade, te transporta en sus alas y te lleva

hacia las latitudes donde habitan los sueños.

Me gusta la luz esa luz que habita en las sombras y que abunda

en las noches en la que las horas nos desvelan y nos devuelven

a la realidad con que miramos los caminos que pierden la esperanza.

Esa luz sutil que nos devuelve la melodía de la tierra cuando amanece,

que desciende a la ciudad desde las atalayas que viven la memoria

Tocar la luz, tal vez acariciarla

o dejarse acariciar por ella,

Ver cómo se desliza entre las cosas

y se va abrazando a los objetos

que da sentido a nuestra libertad,

cuando el sol pone un cetro al universo, .

Contemplar esos días luminosos

Es hacer visible lo invisible

y ver en lo invisible lo visible,

es amar el día y ver llegar la noche

en el atardecer que nos descubre

CIUDAD

El tiempo amontonado sobre escombros de melancolía a la vez que genera una ciudad eterna es capaz de generar sueños de futuro. El laberinto individual no es muy diferente al laberinto de la ciudad. En Salamanca, como en cualquier otra parte, es posible amar y soñar, mientras el silencio es la palabra de la luz con ellas escribiré en las miradas que nacen de mis ojos. Si me quitan la luz escribiré con las tinieblas y la sombra se hará noche y silencio mientras el día de luz se nos revela como palabra y sueño.

SILENCIO

Susan Sontag en La estética del silencio nos dice: "El silencio es el supremo gesto ultraterreno del artista: mediante el silencio, se emancipa de la sujeción servil al mundo, que se presenta como mecenas, cliente, consumidor, antagonista, árbitro y deformador de su obra", esta afirmación se puede interpretar afirmando que sólo en la medida en que la obra sea capaz de verse exenta de algo que decir de ella, la obra es? el poema existe? sin que se diga nada sobre él, el óleo es bello sin que haya alguien que diga algo de él, él existe ya en la admiración pura de quien lo contempla. Es una forma sublime de tasar el arte no por lo que se dice de él sino por lo que no se dice, por lo que de él percibe quien lo toma y lo hace suyo

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