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OPINIóN
Actualizado 28/06/2016
Redacción

En nuestra Sierra de Francia, presidida por la Peña de Francia, están los valles más hermosos que uno pueda imaginar.

En cada pueblo encontramos lugares paradisiacos llenos de encanto belleza y armonía, son vergeles llenos de verdor y frescura, por donde el agua cristalina camina con un rumor cadencioso que te invita como arrullo a dormir la buena siesta.

Está peinada por bancales graníticos hechos por la mano de los serranos, en sus bellas laderas, donde se solean las vides, los olivos, castaños, nogales, melocotoneros, y cerezos.

Desde antiguo hemos visto los lagares donde la uva es pisada para conseguir el mosto que ha de convertirse en un excelente vino, incluido el "aloque" (mezcla de tinto y blanco; destacando Sotoserrano que ya en 1824 se cosecharon 3662 cántaros (58.592 litros). Mención especial merece el aguardiente.

También merece mención especial el aceite, son muchos los pueblos, Mogarraz, San Martín, Miranda, Cepeda, Sotoserrano, Sequeros, donde se encontraban molinos y lagaretas para recoger un aceite especial, con su color verde dorado que es como tener un tesoro.

Que decir de los castaños y nogales, muy abundantes en La Alberca, donde se recogen nueces para ese turrón casero con que chuparse los dedos, o las castañas pilongas.

En cuanto a los melocotones, se lleva la palma Garcibuey, cuyos frutos quisieran tener en Cieza, la capital del melocotón, pero para nada de la dulzura y aroma de los de Garcibuey.

Y las cerezas, ¡¡¡ah las cerezas de la Sierra!!!! Ni siquiera las del Jerte, se acercan a las que tenemos en toda nuestra Sierra, la burlat, el corazón de novia, o las riquísimas picotas de Hergüejuela.

Son muchas las cosas de las que podemos sentirnos orgullosos los serranos, y una de ellas es la de sus frutas de excelente calidad.

Andrés Barés Calama

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