OPINIóN
Actualizado 25/06/2016
Julio de la Torre

La esperanza que se pierde


Todo fuego comienza por una chispa, un primer foco.

Mañana votamos. Ejercemos el derecho de voto que leyes nos otorgan a los que dicen, esas mismas leyes, que somos mayores de edad, vamos, maduros y responsables.

Mañana se depositan en las urnas las papeletas de la esperanza. Son todos aquellos deseos que volcamos sobre el futuro y que en la noche electoral se verán cumplidos o defraudados.

Para algunos pueden ser una esperanza muy efímera, otros tendrán que esperar a que transcurran semanas o meses para ver si la suya sale victoriosa o defraudada.

Lo que queremos que sea o lo que no queremos que sea toma el rumbo de pretender ser realidad y de manera inmediata para muchos es "papel mojado", pues su voto no ha valido para nada, desde el punto de vista de la utilidad eficaz en la prosecución del cumplimiento del deseo formulado en forma de papeleta. Son los perdedores, dicen.

Para otros la esperanza se torna en alegría desbordante al ver cumplidos sus sueños en forma de victoria electoral de la opción que eligió para que en el futuro sea lo que quiere que sea o no sea lo que no quiere que sea. Se llaman los vencedores o ganadores y lo expresan con mucho entusiasmo.

En cualquier caso las urnas, que tan solo contienen papeletas de papel se transforman en un altar de deseos, pasiones y, en fin, emociones, en continua transformación. Cada uno sabe lo que entra en ellas, pero nadie sabe lo que de todas ellas sale.

Esta metamorfosis de la voluntad individual en una VOLUNTAD COLECTIVA es un proceso que valida cualquier tipo de opción por el hecho de ser mayoritaria. Consolida cualquier planteamiento político por el hecho de haber sido apoyado por la mayoría en una decisión mediatizada por miedos, deseos y apegos. Nadie, y digo bien, nadie conoce el ideario, la ideología y el programa de lo que vota, pues incluso sus propios autores son ignorantes de muchas partes de este entramado racional-ideológico, que por ser tan extenso nadie lo conoce en su totalidad. Somos ignorantes en una gran o mayor medida de lo que votamos.

Nuestra ignorancia valida el programa electorlal, la ideología y a las personas que lo representan mediante el voto en las urnas. Es el voto de los ciegos que asienta en el poder a los tuertos.

El fuego purificador de las urnas permite forjar la RAZÓN para quienes con ella sustentarán sus posiciones durante su mandato. Y, al conformarse esta razón y tomar forma como medidas de gobierno el ignorante votante se da cuenta de si su opción ciega fue acertada o no, como en el resultado de cualquier lotería o juego de azar. Llega entonces la sorpresa en caso de que lo que deseaba y esperaba no llega de la mano de esa RAZÓN.

Votar no es más que un juego de nuestras de emociones. La razón no entra en juego. El holocausto de las emociones que forja una razón.

¿Qué emociones y sentimientos van a ir a votar?, ¿Cuáles son los tuyos?

¿Qué razón tomará forma en las urnas y saldrá de la misma gracias a nuestras emociones?

Mi impresión personal es que votará mayoritariamente el miedo y muy de cerca la ira.

Del miedo y la ira sólo puede salir una RAZÓN no deseada, una RAZÓN con la que se verán truncados muchos deseos en el futuro.

Cuando en otras etapas de la historia ha votado el miedo y la ira la razón resultante ha provocado más miedo y más ira, incluso hasta llegar a extremos de verdadero holocausto.

Pero tan sólo es mi impresión personal.

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