OPINIóN
Actualizado 22/06/2016
Redacción
No es más que eso y es mucho. Es ni más ni menos que un mamotreto, al que parece mirar asombrado el eximio poeta Pepe Ledesma, amigo de versos y charlas y del que tantas cosas aprendí. Me duele en lo más profundo sacar la fotografía y hacer este comentario que voy a tratar de que no sea excesivamente duro; pero mi amor por Salamanca ha de ser, por deber a la ciudad, más importante que la amistad. He dejado pasar el tiempo y lo he comentado con muchas personas, esperando, tal vez, que este nuevo atentado tuviera la consiguiente reparación, cual es desmontar el desmesurado marco que rodea la placa como merecido homenaje al vate salmantino, que tantas veces y con tan hermosas palabras cantó a su Salamanca, que es también la mía, la de todos los salmantinos y además, que no se nos olvide, Patrimonio de la Humanidad.
La respuesta: pasar, callar y otorgar. Nada tampoco ha dicho la Comisión de Patrimonio, un ente que, a la vista de estas cosas, dudo que exista o, acaso, sea más cómodo el silencio. Hay que retirar de inmediato, sin tardanza, tamaño esperpento, dejando únicamente, adosada a la pared, la placa central donde se recoge uno de los poemas del insigne poeta y querido amigo.


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