OPINIóN
Actualizado 14/06/2016
Luis Márquez

DENTRO DEL CICLO RECREACIONES, ODAS y OTRAS MANERAS DE PERDER EL TIEMPO PENSANDO.

El chisme en cierta manera llega a determinar la inteligencia del ser humano, pues este no se produce entre animales, cuyo intelecto pasa desapercibido por su primitivo desarrollo. Y es así sencillamente porque nadie se imagina al mejor amigo de un ciervo publicando a los cuatro vientos unos presuntos cuernos.

Mil veces he pensado porqué las personas utilizan el chisme de igual manera que utilizan la sartén para freir huevos. Al final llego a la conclusión de que será una simple manera instrumental de calentar sus carencias.

Pensándolo bien el origen científico del chisme puede residir en las células madre, refiriéndonos a aquellas que se dividen y que por sí mismas pueden formar otras células con vida propia y así sucesivamente, pues tengamos claro que un chisme puede generar otro chisme y a su vez otro parecido al anterior que solo se distinguirá de sus progenitores en su dimensión y en la potencia de su daño, generalmente mayor.

El chisme ocupa un privilegiado lugar en el vacío humano, justamente en aquel negro chapapote que vive en lo profundo del epigastrio, allí donde se encuentran las tragaderas. Si bien es cierto que no puedo negar que el chisme sea un ente casi divino, diría yo trascendental, pues amortigua cualquier carencia emocional o afectiva que tengamos. De esta guisa mi jefe puede ser el mayor de los sátrapas por su curiosa manera de tener talento, o mi compañera puede ser la más fea de las brujas no habiendo manejado una escoba en su vida.

El chisme actúa como el calzador a la mesa. Es su operativa. Su modus operandi. Su razón de ser. El mejor equilibrador de cojeras mentales. Si no valgo, el resto son unos pelotas, si ella no quiere estar conmigo, es porque es una cualquiera, si tiene eso, es porque lo ha robado, si quiere aquello, es porque no lo merece. Pura dialéctica elevada a la peor de las construcciones lingüísticas. Y luego, efecto ventilador.

Por último el chisme como tal no tiene sexo y utiliza vericuetos caminos, desconocidos para aquellos que transitan por parajes limpios e higiénicos. Vive en la miseria del ostracismo, en las cloacas del fracaso, en las tuberías de la deshonra, en las audiencias televisivas. Parece tímido, pero no se equivoquen, pues es pura cobardía al esconderse de quien ataca, como si lo que escupiera fuera falso.

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