OPINIóN
Actualizado 14/06/2016
Francisco Delgado

La acción que describo a continuación, producto de la iniciativa de un grupo de vecinos de un pueblo asturiano, estoy seguro de que es muy similar a otras muchas que suceden a lo largo y ancho de todo el Estado español. También ocurren en algunos pueblos salmantinos. Pero hoy toca escribir sobre un grupo de ciudadanos del pueblecito de Lastres y Lluces, en el oriente de Asturias.

La mañana del pasado domingo mientras me disponía a dar el paseo mañanero, como calentamiento a un probable baño en la pequeña playa de aguas aún frías, vi a un grupo heterogéneo de personas que trabajaban desbrozando un camino que se adentraba en un bosque, al lado de la playa. Ante lo insólito de la tarea le pregunté a uno de ellos, una mujer de mediana edad y robusta complexión, por el objetivo de su trabajo y entre ellas y otros compañeros me contaron la siguiente historia:

A lo largo de la costa de Asturias oriental hay un camino que va uniendo diversos pueblos y playas, pero se corta en la playa de la Griega, en el municipio de Colunga. Hace años que los vecinos de Lastres desean que este camino costero continúe hasta su pueblo, aprovechando la existencia de una antigua carretera y calzada romana, que fue utilizada hasta 1934. En febrero de 2014 fue aprobado por el Ministerio el proyecto de acondicionamiento de esta antigua carretera, como sendero litoral.

Pero ya se sabe que una cosa es la ley y otra es la realidad; los vecinos de Lastres-Lluces se han cansado de esperar a que lo aprobado se lleve adelante y han tomado la iniciativa de empezar voluntariamente a trabajar hasta recuperar el camino. Esa es la escena que presencié el domingo pasado: un grupo de vecinos, mujeres, hombres, jóvenes, con poca maquinaria y mucha voluntad, cortando ramas, limpiando una tupida red de maleza, hasta hacer que fuera apareciendo la desaparecida carretera. Aún le faltaban algunos kilómetros para llegar a la meta.

Lo valioso de esta pequeña epopeya no es solamente la utilidad de crear y continuar un bello camino costero, sino lo que en este momento preciso de la inquietante situación política por la que pasa nuestro país significa un hecho como el descrito: primero, que hay ciudadanos suficientemente libres y con confianza en la unión de un grupo, para no quedarse paralizados ante unas instituciones públicas semiparalíticas; segundo, que este grupo de vecinos no está sometido a los únicos valores imperantes, de invertir exclusivamente en aquello que dé beneficios económicos a muy corto plazo. Y tercero, este grupo de Lastres representa a todos los españoles que se han librado de una actitud pasiva y desesperanzada ante la magnitud de la pérdida de bienestar y derechos que hemos sufrido en los últimos años.

Un sentimiento de seguridad y fortaleza nace de los cientos de acciones que cada día se ponen en marcha, en esa auténtica España, tan distinta y ajena a la de las continuas campañas televisivas. Ser testigo de hechos como el comentado, nos ayudan a recuperar la esperanza de que España terminará por encontrar el camino más directo a la justicia y el bienestar que la mayoría merece.

Los vecinos de Lastres son un ejemplo de que a veces hay que adelantarse a las instituciones, y no esperar demasiado de ellas. Ni siquiera del partido que salga vencedor en las elecciones del próximo día 26.

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