OPINIóN
Actualizado 09/06/2016
Toño Blázquez

Las veo corretear nerviosas de un lado para otro y no entiendo nada. No entiendo a las hormigas, además de otras miles de cosas. Pero es que las hormigas me desarman. Me quedo absorto mirando sus movimientos y parece que no ven, que se conducen por el olfato, por la sensibilidad de sus cuernecitos, otras creo que sí que ven. Andan con un albedrío de pollo sin cabeza? En el porche de la casita de la parcela monto una batallas terribles con las hormigas. Me cargo a sesenta y entran tres mil. No doy abasto a escobazos y al final digo: vale, vale, habéis ganado, me rindo. A veces pienso: si es que llevan razón, estoy en su terreno, soy un intruso. ¡Joder que al final me siento culpable!. Se meten por todos lados y me digo: ¡pero no tendrán campo!, pues nada, tienen que ir al porche, a tocar las pelotas a un sufrido autónomo de clase media en horas anímicamente perturbadoras.

Y el muestrario allí es más relindo (Altamirano dixit). No falta ningún representante de la entomología: violeros, mosquitos, moscas, avispas?pero las hormigas son como pequeños pensamientos que te ennegrecen paulatinamente el alma. Y mira que he visto veces en las cubas llenas de agua medio ahogarse avispas, las cojo con cariño de apicultor enamorado y las suelto al aire con una delicadeza de primor.

Pero los formicinos eusociales heminópteros es que me ponen de los nervios. ¡Me cagüen las hormigas!.

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