OPINIóN
Actualizado 04/06/2016
Manuel Lamas

Siempre fue el poder una fuerza sospechosa, por una razón: Cuando uno tiene en sus manos la posibilidad de actuar, y las miradas de los demás se orientan en otra dirección, piensan algunas personas que todo está permitido. Gran error, llegar a esta conclusión. Pues la verdad, a pesar de ser vapuleada por muchas personas, nunca será destruida; ni siquiera apartada de los ámbitos donde parece más ignorada.

Tiene a su favor la facultad de esconderse y, precisamente, en esa oscuridad donde parece haber desaparecido, es donde se hace más fuerte. No elige un lugar apartado, ni se retira al ser vituperada por todos. ¡No!, se queda muy cerca de nosotros; tan cerca, que no podemos apartarnos de ella. Mora en nuestro interior y no deja de molestar, recordando nuestras formas incorrectas de proceder. Las mentiras con las que la ocultamos, se transforman en un pesado equipaje que lastra las formas de vivir.

Es una equivocación, por tanto, atrincherarse bajo la falsa protección de la impunidad. El tiempo no corre a favor de quienes actúan fraudulentamente, aunque muchas veces así lo creamos. Hay huellas que no se borran. Pues, la verdad que creímos vencida, emerge de sus propias cenizas, para dejar en evidencia a quienes actúan al margen de la ley.

Podría seguir en esta columna poniendo nombre y apellidos de personas incluidas en distintos procesos judiciales. No lo haré, pero quiero señalar que, no existe impunidad para el asesino que destruye la vida de sus semejantes, ni para los codiciosos, que no hallan límites en su egoísmo, arruinando, con su comportamiento, el derecho que los demás tienen a vivir con dignidad.

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