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CULTURA
Actualizado 01/06/2016
Redacción

La obra del grupo salmantino Lazarillo de Tormes se representa en la iglesia de Santa Teresa de Valladolid, ubicada en el barrio de La Rondilla

"Mis queridas hermanas en el Señor, de nuestro muy querido convento de Carmelitas Descalzas de Valladolid.

Nuestra muy amada madre y maestra ya está en brazos de su amadísimo Señor Jesús, en la gloria del Padre Eterno. Falleció sin que una queja saliera de su boca, como ya nos tenía acostumbradas, en este convento de Alba de Tormes, y como siempre "de camino". No me arrepiento de haber hecho tan largo viaje desde nuestra casa de Valladolid, y aún en contra de los deseos de nuestra superiora, a quien Dios guarde. El privilegio de haber llorado la marcha de tan gran mujer, como lo ha sido Teresa de Jesús, lo sentiré como un regalo divino al que he llegado por deseo propio y en contra de los mandatos de nuestra priora de Valladolid. No obstante, siempre podremos decir que esa nuestra casa, albergó a nuestra querida Madre días antes de ponerse en camino hacia el Cielo, y como siempre en uno de sus múltiples viajes por este mundo.

He tenido la fortuna de coincidir con otras hermanas de otros tantos conventos de nuestro reino, fundados por nuestra gran maestra, y que como yo han querido dejar los tranquilos muros de los monasterios para llegar a dar un adiós tan doloroso como reconfortante. Apenas hemos podido disfrutar de sus últimas horas, pues no bien entramos en la iglesia del convento de Alba de Tormes, un oscuro padre dominico, enviado de la Inquisición, esperaba nuestra llegada subido al púlpito de la iglesia, como si de una atalaya defensiva se tratara. Nosotras, cansadas de tan largo viaje y con nuestros hábitos y sandalias manchados del polvo del camino, sólo deseábamos ponernos en presencia de la madre. Sin embargo ante aquel obstinado páter, se inició una lucha verbal, donde no había ningún enemigo concreto, que no fuera la ignorancia y la falta absoluta de entendimiento que da alas a aquellos que se creen en posesión de la Verdad, como son los grandes de esta tierra, injustos y crueles, que nunca han entendido la fuerza que la luz que siempre ha acompañado a nuestra madre, viene de un lugar muy alejado de los intereses de nuestro pobre mundo.

Os diré queridas hermanas que sus semillas tienen fruto, pues como si de una jardinera de luz se tratara, nos ha hecho crecer fuertes y seguras. Y aquí, ante la sombra de Torquemada, y sin apenas darnos cuenta, y tan sólo con nuestras pobres palabras, eco de las de la madre, supimos avanzar en su vida, trabajos, viajes y escritos, como si formaran parte del camino vital de cada una de nosotras. Ya no éramos pobres mujeres indefensas ante el poder de grandes varones o señoras de bien, sino personas seguras de un destino elegido por amor al más Grande. Relatar nuestra vida cotidiana a través de la suya, recitar sus bellísimos poemas, viajar con ella por esos caminos cuando narrábamos las fundaciones de nuestros monasterios, o sentir la fuerza de sus ricas palabras en nuestras bocas, nos inundó a todos de una luz tan grande, que fuimos testigos de la fuerza de un espíritu que permanecería en nosotros a pesar de su marcha de este mundo. Y bien digo, nosotros, pues nuestro atribulado padre dominico, arrodillado ante el altar se llenó de la sabiduría que sólo los humildes y limpios de corazón, como nuestra amada Teresa, tienen. La luz de otro tipo de hoguera nos abrasó

No puedo alargarme más, pues queridas hermanas, como bien sabréis, la luz de este mundo es más bien efímera, y mi cabo de vela se consume. Pero no voy a cerrar esta misiva, sin comunicaros que he tenido el honor de leer una de las cartas que Teresa escribió a Su Majestad, nuestro Rey Felipe II, en la que como siempre se mostraba orgullosa de los suyos. Lo hice sonriendo en mi fuero interno, pues como bien sabéis, es nuestro convento de Valladolid, el que guarda la mayor parte de su correspondencia. Cuando he recordado su paciencia para ilustrarnos, ha venido a mi memoria, que tenemos por escrito sus enseñanzas en el convento gracias a su manuscrito del Camino de perfección, y me he atrevido a recordar al reverendo que se nos ha elegido por nuestro sentido común y no por nuestra inteligencia.

La humanidad que nos recuerde, sabrá que este día no es histórico por el cambio del calendario Juliano al Gregoriano, que convierte este cuatro de octubre en quince, como si la madre no quisiera robarle protagonismo a san Francisco de Asís, sino que en una posteridad no muy lejana, estoy segura que el mundo verá la luz a través de los ojos de esta gran mujer. Que Dios nos guarde a todas en su Infinito Amor, y que nada nos turbe.

En Alba de Tormes, a dieciséis de octubre de 1582. Hermana Catalina de la Encarnación. Carmelita."

Esta carta bien podría haber sido escrita por la hermana Catalina, una de las monjas carmelitas que forman parte del montaje teatral "Teresa, la jardinera de la luz". Resume en sus líneas la esencia que esta original obra nos transmite, y cuyo productor e ideólogo, nos hace llegar en cada una de las numerosas presentaciones que de ella ha hecho, pues muchas han sido las funciones hasta ahora llevadas a cabo por este grupo. Desde el altar, de Prado nos resume brevemente, toda la singladura hasta ahora recorrida por Lazarillo de Tormes desde que se estrenara este trabajo, hace quince meses, y la sinopsis de lo que la vida de Teresa de Jesús nos revela en escena. Escena que siempre se reduce a un altar en el que, a parte de la belleza que cada iglesia aporta, se ve enriquecido por la réplica del órgano del maestro Salinas, en el que un joven actor ciego interpreta canciones de la época; y el púlpito en el que aparece encaramado el padre dominico enviado de la Inquisición.

Esta singular idea de este espacio escénico fue sin duda un gran acierto por parte de este productor de consabida intuición y experiencia teatral. No menos exitosa ha sido la creación del guión, que encierra un corto y concentrado texto, elaborado a base de lo más esencial y significativo de la vida y obra de Teresa de Jesús. El muy conocido dramaturgo Denis Rafter ha sido el responsable de su configuración, así como de la belleza estética que los cuadros escénicos de esta obra nos ofrece. "Teresa, la jardinera de la luz" es además interpretada por los actores de este grupo salmantino, Lazarillo de Tormes, que no por ser aficionados, le restan un ápice de profesionalidad a su trabajo.

La iglesia de Santa Teresa de Valladolid, ubicada en el barrio de La Rondilla, donde todo se relaciona con la carmelita del XVI, los recibió en esta tarde del sábado 28 de mayo, para asistir a su 120 representación. Está curiosamente situada en la calle de Tomás de Torquemada, conocido y emblemático inquisidor de la época, que gustoso hubiera llevado a la hoguera a Teresa con todos sus pecados: ser mujer, inteligente, de alta formación intelectual y teológica, escritora, reivindicativa para con los marginados, y ¡ohm, Señor!, una monja enamorada del Hijo de Dios, un Jesús que lo dio todo por amor a nosotros.

Esta iglesia fue construida a finales de los años sesenta, y convertida en la parroquia de la Hermandad de sacerdotes operarios diocesanos, porque la del convento de las hermanas carmelitas de Valladolid, cuarta fundación de Teresa, a pesar de su belleza y las obras de arte que encierra (trabajos de Gregorio Fernández y Juan de Juni, entre otros), se quedaba pequeña. Las necesidades poblacionales del barrio demandaban otro recinto más grande para albergar a mucha más gente. Nuestra "andariega" monja en pos de expandir su mensaje de verdad y amor a todos, estaría muy satisfecha.

Así los vallisoletanos que gozaron de "Teresa, la jardinera de la luz", se sumergieron en el ambiente tan bien logrado por Lazarillo de Tormes, y emocionados conocieron a una mujer grande en la Historia que pasó y dejó huella en su ciudad más profundamente que otros grandes que en ella vivieron importantes momentos, como los Reyes Católicos, Cristóbal Colón, o Felipe II, coetáneo y amigo de la santa, cuya relación epistolar se pone de manifiesto en la obra. La hermosa escultura de santa Teresa que presidía el altar, pareció cobrar vida, y mientras levitaba hacia el cielo con una mirada limpia de niña, dejaba su legado en estas monjas que hacen creíble al público espectador la historia que en el altar de su parroquia les está siendo narrada. Y en el púlpito se oye una voz que toda de blanco, nos recuerda:"? la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta."

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