OPINIóN
Actualizado 30/05/2016
Redacción

Mi reino tan sencillo y diminuto que cabe en un recodo de mi mano. Por él transitan malvas y libélulas, los pasos de la lluvia y mis hermanos pequeños como tímidos gorriones en un anochecer del corazón. En él habita mi ocre soledad, la única luz que no envejece y amo. Mi reino herido entre las deserciones y la mentira de quienes me vendieron por un grano minúsculo de arroz. Lleno de nombres y ojos que no están, en él gravito acompañado y solo. No cabe en él la envidia, ni el rencor: mi reino entre las voces de los muertos ocultos entre abubillas y retamas.

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