Con la ya esperada (y cansina) anuencia de unos medios de comunicación prestos a servir de voceros de cualquier cosa, y contando con una ciudadanía no especialmente informada, los personajes más destacados del reaccionarismo político español han desempolvado y agitado ante la cara de los atiborrados electores, con vistas a la próxima cita electoral, uno de sus más preciados monigotes: el ogro del comunismo. Desde el último jovencito llegado a las filas de la derecha, que parece haberse aprendido de carrerilla la lección del fantasmeo amedrentador, hasta los más rancios fósiles de la caverna franquista, las amenazas y advertencias públicas contra la posible llegada 'del comunismo' se han sucedido, agitado, pronunciado y hasta denunciado como anatema contra los partidos de la izquierda y su posible acceso ?democrático- al gobierno del país.
Ocioso será recordar aquí que ante las propuestas directas de los partidos de izquierda, concretamente de los incluidos en la nueva alianza electoral IU-Podemos, aunque no sólo, la derecha política española, formada por los antiguos partidos del bipartidismo y algún allegado, no opone ni un solo argumento racional que las desautorice o discuta con un mínimo de coherencia; no es capaz de ofrecer ni una sola propuesta que pueda enfrentarse con cierta argumentación a ninguna propuesta de la izquierda; no exhibe ni un solo plan racional, inteligible y explicado que pudiera hacerle sombra, o al menos oponerse con cierto equilibrio a lo que para este país, para sus ciudadanos y para su dignidad, planean las organizaciones de izquierda incluidas en la mencionada coalición. Nada. Como de costumbre. Sólo el espantajo del miedo, en este caso pretendiendo asustar con lo que ellos llaman con una mueca de asco menor que el ridículo que concitan, 'el comunismo'. Apelando y aprovechándose de la atávica deseducación que sobre esa ideología, el comunismo, trabajó, impuso y mintió durante cuarenta años la dictadura franquista en las mentes de unas cuantas generaciones de españoles; citando y aprovechándose artera, tendenciosa y parcialmente del evidente fracaso de algunas políticas que los llamados partidos comunistas cosecharon en los países de la antigua Unión Soviética; calificando la historia con ardides lingüísticos a la medida de sus intereses y magnificando peyorativamente cualquier suceso negativo, detalle o noticia procedente de los países hoy día todavía gobernados por partidos comunistas, los amedrentadores españoles toman el rábano por las hojas, y adalides del enorme embuste histórico perpetrado por el codicioso neoliberalismo sobre cualquier realidad que no les genere plusvalías, pretenden, paradójicamente, asustar a los desavisados votantes españoles con una de las más hermosas utopías políticas, de convivencia y filosóficas que ha conocido el mundo civilizado: el comunismo.
La labor de desprestigio de la palabra 'comunismo' realizada por el ultraliberalismo, que se ha basado tanto en los crímenes, sevicias e injusticias que una abyecta utilización de sus principios han causado durante décadas, cuanto en el silenciamiento mendaz y repugnante de idénticos crímenes, sevicias e injusticias que el llamado capitalismo ha causado en continentes enteros, se revela como pobre argumento ante mentes despiertas. Las opciones políticas, incluyendo el rechazo del comunismo, deberían basarse siempre en un conocimiento de las razones que las apoyan; y de las que las rechazan.
El conocimiento de la esencia de la ideología comunista auténtica ?no de su manipulación-, más allá de tópicos y falacias, debería terminar con el estúpido fantoche del miedo que no es más que desconocimiento, y debería apoyarse en la familiarización con sus propuestas de igualdad, justicia social, reparto justo, poder real del pueblo, cuidado y atención a la dignidad humana, preocupación por la cultura, respeto a los derechos del trabajo o exquisito cuidado de la comunidad y de cada uno de sus miembros, lo que debería bastar para, de rechazarla hacerlo con coherencia, con al menos con un conocimiento que vaya mucho más allá de las fauces amenazantes de los sicarios del miedo.