OPINIóN
Actualizado 20/05/2016
Manuel Rodríguez Fraile

El Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP por sus siglas en inglés) es un acuerdo que está siendo negociado entre la Unión Europea y EEUU desde junio de 2013. La Comisión europea tiene un mandato negociador, por tanto, sus decisiones en esta materia una vez aprobados por el Parlamento Europeo, son de obligado cumplimiento para todos los países miembros. Pero el caso es que del contenido de esta negociación se sabe más bien poco.

Son muchas las organizaciones sociales que se oponen a la firma de este tratado, se critica tanto desde posiciones demócratas como liberales si bien por motivos aparentemente opuestos. Mientras los primeros argumentan que se trata de un acuerdo que incentiva la desregulación y privatización de servicios así como la pérdida de derechos sociales de los ciudadanos, los segundos lo tachan de ser un acuerdo de comercio excesivamente regulador que limita el libre comercio y coarta la libertad de los consumidores. Las reticencias a la firma, viene de la izquierda y también desde la derecha ¿Quiénes son, por tanto, los que defiende las bondades de este acuerdo? La respuesta parece estar clara: interesa al mercado, las empresas multinacionales y transnacionales.

Todos hablan, a favor o en contra, todos utilizan el término "libre comercio" pero el problema es que el "libre comercio" no existe, porque el comercio NO ES LIBRE, hace ya muchos siglos que no es así. Lo sería sólo si todos pudieran participar en igualdad de oportunidades y eso, evidentemente, es falso. Un agricultor senegalés o guatemalteco no dispone, en los circuitos comerciales, de oportunidades iguales a las que tiene un norteamericano o un europeo. Tampoco un fabricante de ropa o de calzado. Son los Estados, sus regulaciones, los que deberían ofrecer esa idílica igualdad de oportunidades que harían libre al comercio.

El mayor reproche que se puede hacer al proceso negociador de este acuerdo es precisamente su secretismo. Los Estado nos representan a todos y, por tanto, los ciudadanos tenemos derecho a saber cuál es el contenido de las negociaciones para poder actuar en consecuencia, al menos así entiendo yo que debe ser en las sociedades democráticas. ¿Más o menos intervencionismo de los gobiernos? Pues oiga, el necesario para que todos puedan concurrir a la actividad comercial en igualdad de oportunidades.

El comercio lo realizan personas y a ellas debe ir dirigido, pero la globalización, que tiene indudables beneficios, ha logrado eliminar casi por completo, al menos minimizar extraordinariamente, los mercados locales, incluso nacionales y el comercio se mueve ahora en un ámbito mundial donde las grandes empresas internacionales son dominadoras.

Un acuerdo de este calibre, que supondría crear la mayor área mundial de comercio que nunca ha existido, es algo de gran importancia y transcendencia para el futuro de todos y por tanto, creo, que todos tenemos derecho saber y opinar, negro sobre blanco, qué es lo que se acuerda. No olvidemos que "comercio" es una actividad socioeconómica que consiste en el intercambio de materiales que sean libres en el mercado de compra y venta de bienes y servicios. Es decir no es sólo una actividad económica, también social y por tanto tiene íntima relación con las sociedades implicadas.

Joseph E. Stiglitz, economista y profesor estadounidense, Premio Nobel de su especialidad en 2001 dijo: EEUU y UE han perfeccionado el arte de abogar por el libre comercio al mismo tiempo que buscan acuerdos comerciales que los protejan de las importaciones procedentes de los países en vías de desarrollo. Y es que como afirmaba Platón: La obra maestra de la injusticia es parecer justa sin serlo.

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