Hace unos días asistí a una conferencia en el Colegio de Médicos de esta ciudad sobre las enfermedades de Unamuno. Vaya por delante que el conferenciante me pareció brillante, tanto en su método de exposición como en el contenido de la misma.
Me llamó, sin embargo, la atención el título de la conferencia, pues de la exposición detallada del historial médico de Unamuno claramente se deducía que nuestro pensador tuvo una magnífica salud física, a lo largo de su vida. Lo que el conferenciante llamó "enfermedades", la angustia vital, "la enfermedad de Flaubert", la hipocondría, que tanto hizo sufrir a Don Miguel, difícilmente pueden ser consideradas enfermedades, tal como la Medicina entiende este concepto; es muy útil, teórica y prácticamente, diferenciar las manifestaciones psicopatológicas, los trastornos psíquicos, del vasto campo de las enfermedades de nuestro cuerpo.
Quiero, pues, puntualizar sobre estas manifestaciones psicopatológicas de Unamuno (sin que mi impresión general de oyente de la conferencia cambie mi juicio de excelencia de la misma). Durante el siglo pasado el concepto de "angustia vital" nació del pensamiento existencialista; la angustia vital para los existencialistas sería la producida por la vida misma. Actualmente cualquier psicopatólogo piensa en términos de angustia, para referirse a ese sentimiento de peligro indefinido, que es denominador común a todos los cuadros psicopatológicos. Curiosamente, la actual psicología y psiquiatría tienden a evitar el concepto de angustia, y lo sustituyen sistemáticamente por el más concreto (y distinto) de ansiedad; quizás es una de las consecuencias del influjo de nuestra sociedad de consumo, pensar al sujeto en términos de "ansiedad" por?tener algo.
"La enfermedad de Flaubert" que el conferenciante atribuyó a Unamuno, no existe, pues esas características o rasgos citados, "odio a la estupidez humana", "agresividad frente a la mediocridad", "perfeccionismo", etc., pueden ser considerados tanto rasgos neuróticos, comunes a muchas neurosis, como las consecuencias normales de una lucidez privilegiada, que Unamuno poseía tanto como su admirado Flaubert.
El centro del enorme sufrimiento psíquico de Unamuno lo constituyen sus temores hipocondríacos en torno a morir; ese temor melancólico de Unamuno a la muerte, revela claramente las dos caras, el deseo y el temor a la muerte, que el conferenciante relacionó con acierto a la serie de pérdidas de personas queridas que tuvo que sufrir desde su infancia. "Morir para poder volver a tener a los seres queridos perdidos", es el pensamiento latente de muchas hipocondrías, que no llega a expresarse en palabras.
Para finalizar, no puedo resistirme, como apasionado chejoviano, a negar que Chejov tuviera en ningún momento de su vida ideas suicidas. Al contrario, su amor a la vida fue tan fuerte y fructífero, que cuando describe el tránsito de la vida a la muerte en esa bella historia de "El obispo", no puede por menos de referirse a la resurrección.