OPINIóN
Actualizado 17/05/2016
Miguel Ángel Perfecto

Se está celebrando el Día de Europa y sin embargo, los europeos nos preguntamos hacia dónde va Europa y la Unión Europea. Para la mayoría, camina sin rumbo, dando tropezones hacia ninguna parte.
Desde finales del siglo XVIII, cuando a consecuencia de la Ilustración y las revoluciones liberales aparece el ciudadano como un hombre libre sin las ataduras religiosas de siglos anteriores, Europa brilló en el mundo como la difusora de las libertades individuales, la igualdad, la fraternidad y la solidaridad.
Los primeros Derechos Humanos nacen en Europa y se trasladan hacia América en el último tercio del siglo XVIII, la idea de que todos los hombres son libres e iguales por nacimiento es una de las conquistas más importantes de la Humanidad y eso a pesar de que durante mucho tiempo esos derechos no serán reconocidos a las mujeres.
El reconocimiento de esos Primeros Derechos expresados en la Declaración Universal de Derechos del Hombre y el Ciudadano de la revolución francesa sirvió de base tanto para acabar con la esclavitud, como para animar a muchas mujeres y hombres a defender y luchar por la emancipación femenina, convirtiendo a las mujeres en iguales con los hombres.
Tiempo después, al ritmo de la industrialización nace la clase obrera y con ella el énfasis en la solidaridad y la igualdad social y económica. Con las reivindicaciones sindicales de igualdad social y económica se crean los inicios de lo que hoy denominamos Estado de Bienestar, es decir el comienzo de los Derechos Sociales(educación, sanidad, pensiones, etc).
A comienzos del siglo XX, Europa no solo dominaba el mundo con su poder colonial, sino que exportaba sus valores éticos que sirvieron con la descolonización para profundizar en lo que hoy denominamos los Derechos Humanos consagrados ya por las Naciones Unidas en 1947.
Tras el desastre de las dos guerras mundiales, con los países europeos exhaustos y desangrados una serie de políticos democristianos y socialistas plantean un nuevo rumbo para Europa, una unión más estrecha económica, social y política preservando las diferencias culturales e históricas, así nació el Mercado Común Europeo por el impulso franco-alemán en 1957.
El gran éxito de la Comunidad Económica Europea contribuyó a la integración de 28 países que conforman hoy el mercado económico y financiero más importante del mundo.
Sin embargo, la integración de la mayoría de esos países no ha sido tal, las diferencias económicas entre ellos, los intereses políticos nacionalistas, la ruptura del tandem franco-alemán en beneficio exclusivo de los intereses alemanes han contribuido a paralizar ese gran proyecto de unión social y política en beneficio exclusivo del mercado.
Solo interesa de la Unión Europea la Comunidad Económica para beneficio exclusivo de los países exportadores como Alemania y del núcleo financiero de la City londinense. La idea de una Europa Unida también en lo Social y lo Político se aleja rápidamente, mientras que los ideales de Solidaridad Europea desaparecen en la maraña de pequeños intereses nacionales.
Si la Unión Europea quiere sobrevivir debe plantearse, no sólo políticas de relanzamiento económico que dejen atrás el austericidio imperante, sino lo que es mucho más importante la vuelta a los valores básicos que hicieron grande a Europa: la profundización de los derechos sociales y económicos, la democratización de las estructuras políticas europeas, la intensificación de la solidaridad entre los pueblos y el abandono del rancio y retardatario nacionalismo que nos asola.

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