OPINIóN
Actualizado 14/05/2016
Tomás González Blázquez

No estaban acampados en la puerta de un estadio con la ilusión de comprar entradas para el partido del siglo. No estaban apostados ante un gran auditorio, deseosos de situarse en primera fila en el concierto de su grupo favorito. Tampoco asediaban una agencia para reservar el viaje más codiciado por la tercera edad. Ni aguardaban impacientes, presos de fervor consumista, la apertura en rebajas de los grandes almacenes. No. La otra noche eran médicos de familia, y familiares de médicos, los que velaban armas y pasaban frío confiando su futuro más inmediato, o quién sabe si el de los próximos años, al "orden de llegada". Un orden de lo más desordenado y vergonzoso.

Orden de llegada para registrar una instancia en la que solicitan incorporarse a la "bolsa cero" de empleo que abren las diferentes administraciones territoriales sanitarias, "las gerencias". No parece haber obtenido fruto, al menos hasta ahora, la campaña promovida por el Colegio de Médicos salmantino: "La cola no cuela". Y vaya si ha colado. A profesionales que han cursado seis años de licenciatura y cuatro de especialización se les somete al "orden de llegada", a la cola nocturna, a la silla plegable, al termo de café, a la manta callejera, a la noche al raso, incluso en algún pueblo donde los registros funcionan más temprano que en la capital. Ya no se puede decir que "al que madruga, Dios le ayuda", porque esta vez no bastaba ni con madrugar.

Podrán contarle a sus nietos: "Mi primer contrato después del MIR lo conseguí gracias a que hice cola durante una noche". Resulta bochornoso que los méritos de un médico después de diez años de formación se aparquen de momento y dependan de un sacrificio de este tipo. ¿Es tan descabellado pensar en una selección de personal que no fíe su obligada objetividad e imparcialidad al "orden de llegada"?

Ojalá que esta hornada de compañeros sea la última en pasar por trance tan impropio y que todos ellos firmen un contrato de trabajo a la altura de su esfuerzo, de su preparación y de las ganas que tienen de estar junto a los enfermos para ayudarles.

En la fotografía del Diario de Burgos, enfermeras haciendo cola en julio de 2011.

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