A estas alturas de la historia y nosotros buscando afanosamente identidades. Vamos, vamos. Resulta que tenemos una fiesta (Villalar) y una fecha de celebración, pero nunca se nos llena la dichosa campa y ahora, encima, intentamos buscar nexos identitarios entre las nueve provincias y, a su vez, que nos diferencien de las otras comunidades. Eso sí que es empezar casas por el tejado. La Junta opta por reunir (supongo que en Valladolid) a gestores y personajes de cultura para rebuscar esas señas identitarias que deben estar tan escondidas. Desde aquí les brindamos algunas de ellas para que se esfuercen menos
El idioma (que a su vez es el idioma oficial del estado, y , mucho me temo, que contra eso no puede haber remedio posible), una historia común (que a su vez es casi la historia común de toda la nación también para desgracia nuestra), el despoblamiento acusadísimo, la primacía económica del sector primario tan escasamente rentable, la tan notable falta de industrialización (aquí hacemos excepción con Valladolid, claro), falta de dinamizadores económicos privados (excepto algo en la hostelería), basar nuestros intereses casi exclusivamente en el turismo, la desconfianza del resto de ciudadanos con la capitalidad oficiosa y el ventajismo vallisoletano, el mirar a nuestro vecino portugués con impropio desdén, la docilidad y buen conformar de todos los ciudadanos ante carencias y recortes, y la inagotable y excelente cantera de funcionarios y políticos que suelen dar estas tierras. Y lo del folklore como seña de identidad barata lo dejamos para otra vez.
Aquí no hemos tenido un idioma (ni siquiera un simple dialecto peculiar que explotar) para diferenciar y enarbolarlo como bandera. Tampoco demasiados conflictos políticos y sociales de relumbrón como para reivindicarlos (y nos agarramos a nuestros pobres comuneros para conmemorar tristes degüellos de antaño). Pero en lo que respecta a Salamanca sí que hay un hecho diferenciador con las restantes provincias, el toro. Sí, el toro bravo (con perdón). El ecosistema único que se debería proteger oficialmente con mimo, y no tanto a los intocables buitres y al lobo. Eso sí que nos hace diferentes al resto y sí que trae también dinero y reconocimiento. Pero eso no parece estar de moda ahora y tampoco asemeja muy políticamente correcto el reconocerlo. Aunque para ver esto no se necesiten especiales gafas ni tan sesudos asesoramientos.