OPINIóN
Actualizado 10/05/2016
Francisco Delgado

La agresión la semana pasada a una de las esculturas de Henri Moore, de la Plaza de Anaya, es el último síntoma de otros muchos, que manifiesta a qué nivel de incultura, falta de respeto a las leyes, y peligrosidad social, ha descendido una parte de la población salmantina. Esta agresión debe ser leída por las autoridades públicas como una SEÑAL DE MÁXIMA ALERTA de que algo muy negativo está apareciendo en las conductas colectivas de esta ciudad. Esta agresión a una joya universal del Arte, a la altura de un Rodin, un Picasso o un Miró, recuerda, desgraciadamente, a esas destrucciones de obras de arte, patrimonios de la humanidad, que siguen llevando a cabo algunos grupos radicales islámicos.

No sirve para nada la queja o la afirmación de que los culpables son una minoría de jóvenes vándalos, que han destrozado pintarrajeando tantas valiosas esculturas de nuestra ciudad; no sirve, pues además de esta salvajada excepcional ( que pagaremos todos los salmantinos de una u otra manera), hay una numerosa serie de conductas incívicas cotidianas, que van dando poco a poco un carácter muy desagradable a esta ciudad "de cultura y saberes": el desprecio a las normas de tráfico de numerosos y diarios coches y camiones invadiendo continuamente zonas peatonales, el ruido ensordecedor de muchos jóvenes moteros con el tubo de escape agrediendo a la población o las emisoras de los coches con las ventanillas abiertas y los decibelios máximos, la suciedad continua de parques, jardines y hasta las orillas del Tormes, donde se depositan todos los deshechos de bebida y comidas, como en un estercolero, la cada vez menor asistencia de ciudadanos en los frecuentes actos culturales (conferencias, presentaciones de libros,etc.) es una parte de una lista de conductas públicas que están indicando que esta ciudad, precisamente, nombrada por el Consejo Europeo una de las ciudades de la cultura, está enfermando significativamente de incivismo e incultura?por una parte de su población.

Basta ya de falsas políticas paternalistas, de permitir todo, sin sancionar nada, pues "como estos casos no son nada comparados con los gravísimos casos de corrupción" que continuamente las televisiones nacionales airean, parece que no tuvieran mayor importancia; pero sí la tiene, y mucha, pues lo que ocurre en esta ciudad es similar al niño mal educado, cuyos padres no ponen límites, hasta que el "niño" o joven hijo les agrede y entonces, confusos o escandalizados, quizás acudan a la policía.

Con esta bárbara conducta contra una de las esculturas de Moore, la población salmantina ha sido agredida por ese sector de delincuentes que nos agrede sistemáticamente, saltándose cada día las normas de convivencia.

Ante este grave problema de la actual Salamanca las autoridades tienen que tomar la sartén por el mango y ¡gobernar! El mejor ayuntamiento no es el que permite, deja pasar, no enfrenta la realidad, sino el que gobierna: con autoridad y coherencia.

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