OPINIóN
Actualizado 07/05/2016
Redacción

Te veo sentada frente al horizonte

un cárdeno perfil de cicatrices,

el encinar herido por heridas,

el tomillo que embriaga los sentidos

y una flauta que suena interminable.

No volverá, no volverá, lo dice

la lágrima que cae de tu ojo, el dolor

musical, luminoso de tus huesos.

Se deshará tu brava cabellera;

se pudrirán tus manos

y el recuerdo amoroso que contienen,

mas la lágrima de la tarde,

eterna durará para negaros,

para negaros.

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