"¡Pero mira que eres tonto...!", me dijiste cuando te pedí que caminaras por la calle para hacerte la foto.
"¿Qué valgo yo aquí entre tanta gracia?", añadiste.
Y yo te digo ahora que me gusta más la materia arcillosa de tu carne que la dorada piedra arenisca.
Que entre tanta conversación de siglos,
prefiero el elocuente silencio de tu mirada.
Que cuando todos buscaban la Rana en la fachada de la Universidad plateresca, yo me andaba por tus labios, en el recuerdo del croar que todos hacemos en las charcas del lecho.
Sí, tienes razón, es hermosa esta ciudad.
Pero cuando el tren te me arrebató de nuevo, yo solo pensaba en tu compañía; porque cuando te vas lo que vuelve a quedar siempre es el mundo, monumental sí, con sus torres,con sus filigranas de siglos..., pero porfundamente desolado.