OPINIóN
Actualizado 18/04/2016
Redacción

Un niño dice "el cielo está llorando" y la lluvia inventa nuestra infancia. Es una calle de la Judería. La noche se hace río en los naranjos, los tiñe de una soledad violeta. Los charcos reverberan como entonces, cuando en el pueblo yo iba de tu mano y tú ordenabas todo mi universo. Hermana mater, dueña de los lirios que hoy reconozco al sur de la ciudad rasgada por el vuelo de las nubes. Las mismas que tu corazón angélico hacía más tenues, como azules barcos remando encima de los eucaliptos que conducían a casa de la abuela. En ti la lluvia olía a protección. Tu mano era una cálida manzana que daba aroma y música a mis miedos. Me protegías lo mismo que a un jilguero protege el sol de marzo. Hoy te recuerdo en medio de la lluvia iridiscente que, a un paso mío, se hace amable arpa, sedosa cabellera de recuerdos que, en este instante, cubre los semáforos de mi melancolía, dibujando tu mano en medio de la oscuridad.

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