Ahí estás.
Anclada en la tierra de la tierra de nuestras manos frías.
Entre olivos, entre un membrillo y un frutal en flor, al resguardo de una terraza, con unas vistas hermosas, en el paraje de "las Vegas"
Desde aquí podemos oler tu hierba, tu savia nueva, con el tiempo veremos lucir tu cuello de dama, querida higuera.
Tenemos un lugar donde llorarte, donde conversar a solas contigo en una paz infinita y tú hablarás como siempre sin palabras.
Me sentaré contigo a preguntarte,
con mis manos quitaré las malas hierbas,
acariciaré la tierra hasta encontrarte.
Tus raíces ya están desplegando sus alas
en la fértil promesa de tu casa.
Aún tiemblan las manos en la guitarra
Aún resuenan los versos heridos de Miguel Hernández
Aún, aún, es decir que nada acaba...