OPINIóN
Actualizado 11/04/2016
Rubén Martín Vaquero

Estos días de nebladuras y cierres de librerías míticas, se me antoja que formo parte de un campo de girasoles, que como los soldados de un ejército vencido se humillan temiendo a un astro desdibujado y borroso.

Puede que cuando el aire se desempañe descubra que esa insípida cosecha de dolorosas erecciones de la estepa, vierte sus lágrimas sobre la tierra queriendo embadurnarla con resignaciones y silencios.

¿Pretenderán contagiarnos con desganos?

¿Aún no hemos aprendido que al desaparecer los libros, los periódicos y los cantuesos, los mirasoles han brotado de la mano de interesadas tecnologías?

¿Acaso la vida es únicamente economía y ciencia?

Las consecuencias no se han hecho esperar y, sin apenas darnos cuenta, vemos como los recuerdos andan furtivos por nuestros sueños.

Si permitimos que nuestra Historia muera en el olvido, un reguero de lanzas rotas ensuciará el horizonte y en el futuro gastaremos la vida entre gigas, torres de viento, bits, megas, redes de fantasía y nubes de ficción, mas en ese paraíso de los bobos nunca más seremos hombres.

Aunque? si la pasión sacudiese nuestra apatía, las gárgolas vomitarían asombros y una marea de esperanza anegaría las primaveras.

De pronto... algo se siente.

¿Una protesta?

Es el viento jugando entre las cañas.

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