OPINIóN
Actualizado 07/04/2016
Redacción

"Esta semana se ha reunido Pedro Sánchez con Pablo Iglesias para estudiar la posibilidad de que Podemos y sus grupos contribuyan a la investidura del candidato socialista a la presidencia del gobierno. Más que una reunión de los equipos negociadores, hemos asistido a una puesta en escena en la que el líder de Podemos ha mostrado una actitud más realista de la que mostró hace unas semanas cuando repartió carteras ministeriales a diestro y siniestro. Mientras tanto, al líder de Ciudadanos le ha faltado tiempo para recordar a la opinión pública que no aceptaría, ni por activa ni por pasiva, gobernar con Podemos.

En algunos medios de comunicación, las reuniones y encuentros que se están produciendo reciben el nombre de "diálogo", como si una simple reunión o conversación entre dos personas pudiera ser calificada de una manera tan noble. Desde que conocimos los resultados de las elecciones, nuestro país no ha vivido un tiempo de diálogo serio y productivo. Se han producido reuniones a dos bandas, encuentros entre dos líderes, conversaciones entre equipo de candidatos, incluso "duólogos" al más alto nivel, pero diálogo "de verdad" no se ha producido ninguno.
Dialogar es un arte al que parecen renunciar nuestros líderes políticos. Se han limitado a duo-logar, es decir a mantener conversaciones entre dos personas donde cada uno
muestra sus intereses o cartas con la finalidad de que el otro también muestre las suyas y conocer la posición de los jugadores. En el duó-logo no se busca un horizonte común ni hay el más mínimo interés por el bien común, se cambian cromos, se negocian posiciones de poder, se distribuyen cargos políticos y se clarifican posiciones. En el duólogo no hay preocupación por el interés de las futuras generaciones, tan solo hay preocupación por el interés propio y el corto plazo.
Los grandes acuerdos no han sido fruto del duólogo sino del diálogo. Salió adelante la Constitución de 1978 porque había voluntad de diálogo, lo mismo que los famosos Pactos de la Moncloa donde los agentes económicos, sociales y políticos aceptaron dialogar de verdad y no simplemente negociar, cambiar cromos o duologar.
En este contexto, cuando Sánchez e Iglesias plantean un "gobierno a la valenciana", y se remiten al "Pacto del Botánico", no lo hacen como modelo de noble diálogo político sino de prosaica negociación partidista. Duologar es negociar intereses, dialogar es servir a un interés común que incluye y supera a las partes. Mal vamos si los partidos nacionales se proponen una gobernabilidad basada en el duólogo partidista y la exclusión intencionada de una parte mayoritaria de la sociedad como la que se ha producido en la Comunidad Valenciana. Entre mayorías absolutas y sectarias minorías duologantes, los españoles nos merecemos un gobierno serio, de partidos dialogantes.
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