OPINIóN
Actualizado 03/04/2016
Redacción

¿Nos mereceremos los españoles la figura de Miguel de Cervantes? En ocasiones, parece que fuera un escritor maldito, secreto, con el que no tuviéramos mucho que ver. Es como si siguiera resultando un escritor molesto, sospechoso, que dice cosas que no a todos gustan.

Fue uno de los introductores en la literatura y en la cultura europeas de la modernidad. No solo creó el género moderno, por excelencia, que es la novela, sino que también, en la novela suprema hasta hoy, en 'El Quijote', habló de la necesidad que tiene el ser humano de ideales, de anhelos, de metas, de objetivos, para que su paso por el mundo tenga sentido.

Habló, en definitiva, de la necesidad de quijotismos, que tal nombre podemos dar a esa lucha por las metas e ideales de que hablábamos. Es un arquetipo humano. Cervantes introdujo, a través de la figura de Don Quijote, tal arquetipo en la literatura universal.

Tal arquetipo sigue hoy tan vigente, lo encarnan tantos seres y grupos humanos, que, a través de ellos, la luz de ese humanismo cervantino sigue viva y ardiendo en la conciencia universal del ser humano.

Porque, pese a que nos parezca tan a menudo que vivimos en un mundo pragmático, carente de ideales, plagado de egoísmos e intereses particulares, son también detectables en nuestra sociedad no pocos quijotismos.

Recordemos hoy, por ejemplo, el del ciudadano palentino José Calderón, que creó un comedor social, solidario, para que algunos de sus paisanos no pasaran hambre y que, con la ayuda de no pocas solidaridades, lleva dadas muchas comidas a lo largo también de muchos días. Un ciudadano quijote que ha llegado a sonrojar a las administraciones (ayuntamiento, diputación, junta), pues se han desentendido cuando se les ha solicitado ayuda y colaboración para sufragar unos dos mil euros mensuales que cuesta mantener en pie tal proyecto quijotesco.

Hay más quijotes, sin embargo. No podemos traerlos hoy a estas líneas. Pensemos, también, en todas las organizaciones no gubernamentales, que, de modo generoso y altruista, por creer en la dignidad de la condición humana, están junto a los refugiados, a los que huyen de las guerras, a quienes padecen persecución y acosos de todo tipo....

Cuánta necesidad tenemos hoy de tales quijotismos, de tales actitudes quijotescas, en un mundo tan caótico, violento, insolidario, desentendido de las necesidades humanas más acuciantes.

Cervantes mostró, también, que la luz de la modernidad pasa por la lucha en pro de tales ideales, que se resumen en ese arquetipo de la dignidad humana como valor supremo. Al final de 'El Quijote', hasta Sancho se quijotiza. No es extraño. La ejemplaridad del héroe lo conduce a un cambio de perspectiva vital, para ver más allá de sus narices.

¿Nos mereceremos los españoles a Miguel de Cervantes? A tenor de la palidez y desgana con que estamos celebrando el cuarto centenario de su muerte, parecería que no queremos saber nada de él. Así nos va.

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