OPINIóN
Actualizado 01/04/2016
Redacción

Los nombres son como una bola de nieve cuesta abajo. Engordan una vez lanzados en los medios de comunicación y ya no hay quien los pare. Para que eso suceda deben tener morbo. Yo no voy a ponerlos aquí porque entonces contribuiría, como los demás, a engordarlos. Y a mí me parece bien que las personas tengan fama, cada una según sus méritos. Pero la verdad es que algunos son famosos por sus méritos y sobre todo por con quienes se juntan. Quizá sea por aquello de "dime con quién andas y te diré quién eres". El morbo sucede con frecuencia que se tiene porque viene de fuera: de la tribu a la que se pertenece, de la mujer o del hombre con quien te exhibes. Y entonces empiezas a aparecer todos los días y a todas horas en las pantallas, bien sea que estés muerto o que estés vivo. Y como un medio lo saca en los telediarios, el otro no va a ser menos y también lo saca y si puede amplia un poco más la cosas, en letras grandes. Y no nos damos cuenta de cuánto nos cuestan esos a quienes hemos hecho famosos porque nos gusta verlos y hasta imitarlos; por ejemplo uno porque ha celebrado su cumpleaños con una cena "privada" a la que asisten cuatrocientas personas, otro porque asisten a su funeral miles de personas porque pertenece a un club que además de tener buenos jugadores de fútbol tiene mucho dinero, o lo maneja, y es "más que un club". Es que ahora para ser famoso además de ser lo que seas hay que ser "un hecho social".

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