OPINIóN
Actualizado 27/03/2016
Redacción

En estos días pasados de la Semana Santa, hemos realizado distintas andanzas por sus distintos pueblos, en busca, como siempre, de las fuentes de la memoria; de esa memoria colectiva e inmaterial, que, si no se recoge, se termina perdiendo; y, con ella, algunas de las claves de la vida antigua y de las tierras de la Sierra de Francia.

En las andanzas de estos días por la Sierra, nos hemos dedicado a recoger los nombres de las fuentes que hay tanto en los núcleos urbanos de los pueblos, como en sus términos respectivos.

Porque los nombres de las fuentes, como los de los huertos y heredades, caminos, riscos y canchales, montes, arroyos y regatos?, esto es, los nombres propios de lugar, forman parte del estudio de la toponimia. Y, cuando tales nombres se encuentran en el término municipal de un pueblo, es la toponimia menor la que se encarga de abordarlos y analizarlos.

La memoria de los nombres de lugar ?sobre todo cuando se trata de toponimia menor? aún la tienen las personas mayores, los ancianos que han vivido desde niños en los pueblos ?aunque bastantes hayan tenido que pasar por la experiencia de la emigración?, pero ya carecen de ella las generaciones más jóvenes, de ahí que haya que recoger tales nombres y documentarlos, pues, de lo contrario, se perderán irremisiblemente.

Nosotros, estos pasados días de la Semana Santa, nos hemos dedicado a recoger los nombres que reciben las fuentes en cada uno de los pueblos serranos. Y es curioso que, de los más de doscientos que hemos recogido, casi todos han sido de labios de los ancianos y de las ancianas. En Madroñal, por ejemplo, que hablábamos con dos jóvenes adultos ?uno era de Herguijuela de la Sierra?, ya apenas recordaban dos o tres.

Estos días serranos de Semana Santa, nos ha acompañado el rumor verbal de los nombres de las fuentes, como cascadas de sílabas que iban manando por los caños de la memoria y que tenemos ya salvadas en el pilar de nuestros archivos.

Nuestras andanzas por Mogarraz, Casas del Conde, Sequeros, San Martín del Castañar, Madroñal, Cepeda, Miranda del Castañar, Santibáñez de la Sierra, Garcibuey y Villanueva del Conde, han sido como las cuentas de un rosario que nos han traído un rumor de fuentes, un rumor de la memoria, que ha terminado por ser salvífico, pues todo lo que rescatemos al olvido va siempre en pro de un mayor conocimiento sobre nuestras gentes y los territorios que habitan.

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