OPINIóN
Actualizado 26/03/2016
Manuel Lamas

Apagué el televisor, pero no pude olvidar las últimas imágenes. Tampoco las palabras que completaban la noticia. La procesión quedaba suspendida a causa de la lluvia.

El rostro de la joven cofrade se cubrió de lágrimas. Ataviada con el hábito de la hermandad, pronunciaba ante el micrófono de un medio de comunicación las siguientes palabras: "Todo el año trabajando para esto". Lo cierto es que, marzo, se mostraba poco respetuoso con las celebraciones religiosas.

Sus declaraciones me entristecieron profundamente. Evidentemente, el sentido de la Semana Santa no tiene el mismo significado para todos. El mensaje de Jesús sigue sin ser comprendido; nuestros comportamientos, distan mucho de lo que quiso transmitirnos con su ejemplo.

Dos realidades confluyen hoy en nuestra sociedad sobre estas celebraciones. Por un lado las personas mayores, que aún viven los actos religiosos con el recogimiento y respeto que les fue inculcado por sus padres. Y, por el otro, las nuevas generaciones, que interpretan estas conmemoraciones como actos marcadamente culturales.

Siendo así, puedo entender el desconsuelo de la joven. Pues, todo el año trabajando para que, en el momento de cosechar el fruto de tantos esfuerzos, la lluvia trunque todas las expectativas, no deja de ser frustrante y desalentador.

Unos momentos después me hice una pregunta: ¿Qué pensará Jesús sobre nuestra conducta? No la voy a responder, no es posible, pero si expresaré alguna reflexión sobre este tema.

Cristo no es una forma, ni puede alcanzarse a través de ritos y celebraciones. Las flores y los estruendos de los tambores; las velas, las saetas y las palmas, están muy bien como manifestación cultural. Sin embargo, necesitamos el alma serena; el recogimiento preciso, para abrirle la puerta de nuestro corazón. Si no escapamos del ruido, jamás oiremos su llamada.

Cuando entro en el templo y contemplo la imagen del Crucificado, no me olvido su triunfo sobre la muerte. Y me convenzo de que, no son las representaciones de su pasión, las que deben movernos a la compunción. Estaría mas acorde con la realidad de nuestro tiempo socorrer a quienes no pueden cubrir sus necesidades por falta de recursos.

Es fraternidad la mejor alternativa para este mundo de increencias y rivalidades. ¿De qué sirve la caridad si negamos la justicia? Justicia y caridad son incompatibles porque, si hacemos justicia sobra la caridad, y si mantenemos la caridad, es porque falta la justicia. Este es el mensaje que Jesús pronunciaría en nuestro tiempo. Y, estoy seguro que, también hoy, sus palabras serían motivo de escándalo. Creo que no hemos avanzado nada.

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