Tras la Semana Santa del año 2000, y gracias a Nunchi Prieto, directora de El Adelanto por aquel entonces, comencé, con miedo, mucho pudor y más vergüenza, a escribir y participar en los medios de comunicación. En aquel momento éramos muy pocos, sobraban dedos de una mano al contarnos, los abogados que osábamos escribir en un medio de comunicación de algo que no fuera Derecho, y menos aún de política. Por ello, muchos de los que me criticaron, ahora, intentan hacer lo que llevo 16 años haciendo y, también, muchos de los que lo intentan no han comprendido que el respeto al periodista, al medio y a los que te puedan seguir debe de ser una constante inviolable, pues sin ellos no eres nada y nada les vas a enseñar.
Por eso, desde la primera Semana Santa, coincidiendo con el Jueves Santo, o lo más próximo posible, mis artículos se impregnan de esa conmemoración del Amor fraterno y del perdón y, pese a que algún amigo mío se jacta de que él nunca pide perdón, pues no yerra y si lo hace lo es sin intención, yo me acerco de verdad, de corazón, con profunda humildad, a los que colaboro con ellos, a quienes colaboran conmigo, a los amigos y, sobre todo, a los enemigos, a los que me quieren y a los que genero profunda ira, a los que me han dañado y, sobre todo, a los que he dañado, para pedirles perdón, para reconocer que muchas veces mis palabras, mis actos, mis formas de ser las cargan las balas y que a buen seguro he podido pecar de prepotencia, falta de caridad, de defecto de amor. Y, por ello, consciente o inconsciente, de lo que he hecho, me siento obligado a pedir, como todos los años, perdón.
No entiendo cómo una religión, acertada, errada, buena o mala, que propugna el amor, el perdón, la solidaridad entre las personas, el trabajar por un mundo mejor, la caridad, la humildad, la esperanza, etc. puede merecer, por más que sus seguidores seamos una panda de memos y sus sacerdotes, muchas veces, incongruentes, los menosprecios, las violaciones, los asesinatos que en este momento se están realizando en el mundo y las agresiones a sus templos, a sus seguidores, a sus imágenes, a su fe, que están realizando los seguidores de algún partido político, con la mofa, regocijo y disfrute de no pocos de izquierdas y derechas.
¿Qué daño os hace quien da pan al pobre, cobijo al que lo no tiene, sanidad al que la precisa, cultura al que le falta y ha sido cobijo de todos en algún momento de la historia de España? Con errores, seguro. Con defectos, seguro, pero no propugna, ni lo ha hecho nunca, la vejación de la mujer, el maltrato físico a la hembra, sino el amor, la caridad, la concordia...
Incluso a vosotros que os mofáis de quienes siguen la fe, yo os pido perdón y espero entendáis que Dios, exista o no, no os joroba la vida, que eso lo hacen los demás, los que están a vuestro lado o enfrente y que con dañar la fe, la religión, sus cultos y ritos, no ganáis nada.