El movimiento anti-taurino en España avanza a pasos agigantados . Ya en el año 2009, según una encuesta de INVESTIGA, el 67'2% de los encuestados no tenía interés por las corridas de toros, aumentando este porcentaje al 85'7% entre los jóvenes de 14 a 24 años.
Según el Ministerio de Cultura, en la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales de 2011, solo el 8'5% de los españoles había acudido a alguna plaza ese año.
Hay estadísticas por Comunidades en las que, sin entrar en detalles, el descenso de los partidarios de la tauromaquia es más que evidente.
Pero sin duda alguna, la mayor prueba de que el mundo del toreo tiene los días contados, es precisamente la gran inquietud que se vive entre los que de este mundo viven. Toreros, empresarios de plazas, ganaderos, apoderados, industrias de productos derivados de la llamada fiesta, etc, han empezado a temblar ante la amenaza de la desaparición de los abultadísimos ingresos que proporciona este mundo del toro. Paradójico pensar que precisamente en este sector empiece a sonar una palabra que no existía en su léxico: miedo.
Ayer ese miedo se hizo patente en la manifestación a favor de los toros en la que no faltaba nadie que pudiera dar relevancia a la misma, con una llamativa cabecera en la que habían colocado a personajes famosos.
La repercusión mediática ha sido grande, dependiendo, eso sí, del medio de comunicación. "Miles, decenas de miles", y algún ampuloso titular en el que se decía "España es taurina".
Pues no, señores. Taurinos eran los que estaban en la manifestación, no España.
Lo llamativo de esto, es que la culpa la tienen precisamente los anti-taurinos, que siéndolo la mayoría de los españoles, no acuden a las convocatorias que se hacen para pedir la abolición de la mal llamada fiesta.
La mayor manifestación anti-taurina que se ha producido hasta el momento y que se convocó en Cataluña en el año 2005, contó con unas 5.000 personas. Los resultados en esa Comunidad son conocidos por todos.
En Salamanca, por quedarme aquí, el movimiento anti-taurino, así como el generado en contra del maltrato animal, es seguido por una gran mayoría de sus habitantes. Los colectivos animalistas convocan en momentos puntuales manifestaciones para pedir la abolición de los toros en nuestra ciudad, y ¿qué ocurre? Que van cuatro. Cien personas es el máximo registrado. Y encima tienen que soportar las burlas de los que van a incordiar y que se ríen de la esquelética protesta.
Esta es la vergüenza que los anti-taurinos tienen que sentir, la vergüenza de no responder a los llamamientos que se realizan. Si se molestaran en acudir a esos llamamientos, se producirían manifestaciones de gran envergadura y repercusión mediática que harían ver que en España la tauromaquia ya ha empezado el camino a la desaparición, a pesar del empeño de muchos políticos en declararla patrimonio y protegerla con diez mil títulos más.
No se puede ser anti-taurino y quedarse en casa.
Si todos salieran, como salieron ayer los que conforman el bajo porcentaje de taurinos, en los medios de comunicación el titular sería "España es anti-taurina". Pero esta vez, con razón.