OPINIóN
Actualizado 15/03/2016
Francisco Delgado

Ahora que llega la Semana Santa podría ser un momento adecuado para hablar de la cara y la cruz del español actual, esto es de sus actuales virtudes y defectos, en este momento histórico tan crítico y en estos tiempos tan inestables, vertiginosos y difíciles. Es muy difícil ser objetivo hablando del modo de ser o manifestarse de una colectividad a la que pertenece el mismo que la intenta describir. Pero si uno se atiene a lo más observable, lo que ya está cuantificado, lo que se ha convertido en estadísticas comparativas con los demás países europeos, quizás no es tan imposible.

Yo no sé si el español medio actual sigue siendo envidioso, como ha dicho el tópico desde hace muchas décadas, pues el sentimiento de envidia es muy difícil de observar, pero sí se puede hablar del nivel de estudios, o preparación profesional, u horas laborales diarias, o consumo de un terminado producto, o de su horario de comidas, o de costumbres nacionales, pues estos aspectos ya se han cuantificado y los conocemos.

Las "virtudes" y los "defectos" de una persona o de un pueblo, son generalizaciones de numerosos aspectos concretos relativos a un campo específico de un tipo de conductas. En el continuo de una misma conducta un extremo puede ser considerado una virtud y el otro extremo puede calificarse de defecto. Por ejemplo da la impresión de que el español actual (poniendo entre paréntesis generaciones, distinto nivel educativo o económico) es un ciudadano que posee la virtud de LA PACIENCIA. Pero en el continuo de la actitud paciencia-impaciencia, la impaciencia, impulsividad, tendencia a las rupturas y descalificaciones del otro, también forman parte del modo de ser actual del español. No hay más que escuchar y ver diez minutos seguidos cualquier "debate" televisivo sobre política para encontrarnos con la otra cara de la paciencia: LA INTRANSIGENCIA. Así, pues, el español contemporáneo reúne en su modo de ser actual dos actitudes contradictorias, la paciencia y la intransigencia.

Lo mismo puede decirse de otro binomio defecto-virtud: por ejemplo su falta de amor a la cultura, una cierta tendencia al RECHAZO DE LA CULTURA y del aprendizaje metódico es un defecto, que en parte es equilibrado por su tendencia a la improvisación, A CIERTA CAPACIDAD DE RESOLVER INTUITIVAMENTE problemas prácticos, aunque a veces se quede en "la chapuza".

Para quedarnos en un primer trío de virtudes y defectos, haremos referencia por último al MIEDO A LA LIBERTAD que aún anida en un gran porcentaje de la población española, que le lleva a guiarse por el refrán de "más vale lo malo conocido?" y a otras conductas excesivamente conservadoras. La virtud que nace en el otro extremo de este miedo a ejercer la libertad es una tendencia a CUIDAR LO PROPIO con mucho esmero; siempre se ha dicho que el español no es limpio en los espacios públicos, pero sí lo es en su espacio privado. El miedo a la libertad que ha sido inculcado hace tantos siglos (sobre todo, aunque no solamente, por la Iglesia), ha dado lugar a que el español medio haya pasado de una actitud vital de sometimiento a una actitud de "libertinaje", en la que solo puede estar pendiente de sus supuestos derechos, pero no de los de los otros.

Llegados a este punto, parece obvio que este tema iniciado hoy es tan largo y complejo, que daría para un centenar (al menos) de artículos similares a éste.

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