He sido invitado como pregonero de la Semana Santa, en la celebración del 175 aniversario de la Hermandad y Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad. He aceptado con gusto y en espíritu de servicio comunitario y eclesial. Vaya por delante un agradecimiento sincero a quienes confiaron en mi humilde persona y a todas las hermandades y cofradías; para los presentes, un deseo desde el inicio: ¡Ojalá, este año, aprendamos a mirar los misterios de la Semana Santa con ojos de madre, como los de Santa María, la Virgen, llenos de ternura y de misericordia! ¡Y, ojalá, sepamos contemplar la vida real, la Semana Santa cotidiana, con ojos de mujer de esta tierra y de este pueblo!
María acompañó a su Hijo durante su pasión y muerte y fue testigo privilegiada de su resurrección. Nuestras mujeres acompañan a sus maridos y a sus hijos en el valle de lágrimas de cada día, a veces con resignación y tristeza y, otras, con alegría y mucha esperanza?
¿Qué sentimientos profundos atravesaría el corazón de la Buena Madre, la Virgen de la Soledad, ante el dolor de su Hijo tan querido? ¿Qué sentimientos atraviesan el corazón y las entrañas de nuestras madres, de carne y hueso, ante el dolor de los suyos, hoy y aquí?? Tuvo que ser una mujer, poetisa hispana, Gabriela Mistral, la que nos ofreciera algunas claves "femeninas" para adentrarnos en el misterio del dolor, el de la Virgen y el de los hombres de hoy, y así contemplar al Hijo crucificado y a los crucificados de hoy; nos servirá a modo de oración inicial y de apertura de telón en el pregón de esta noche:
En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma.
Pero al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.
¿Cómo quejarme de mis pies cansados
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías
cuando las tuyas están llenas de heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi soledad
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor
cuando tienes rasgado el corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada.
Huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña
Y solo pido no pedirte nada.
Estar aquí junto a tu imagen muerta.
Ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta. Amén
¡Semana Santa civitatense! Por las calles, en orden cronológico, procesionarán La Dolorosa; Jesús, amigo de los niños; La oración del Huerto; Los azotes; La Virgen de las Angustias; la Santa Cruz; el Paso de la Agonía; El silencio; el Santo Encuentro; el Santo Entierro; la Soledad; y, por fin, el Resucitado. La Virgen, la Madre, la Mujer, en la Semana Santa mirobrigense cobra un especial protagonismo. Como lo tiene la mujer en la vida de cada día?
Semana Santa; Semana Grande en la que vivimos al mismo tiempo cinco pasiones: la pasión primera, en carne, del Hijo de Dios, celebrada sacramental y litúrgicamente; también una segunda pasión en el alma de cada cofrade y cada hermano, de cada fiel, que experimenta el corazón traspasado, primero, y rebosante, más tarde, al contemplar al Nazareno en nuestras calles identificándose con el varón de dolores; la tercera pasión se refleja en el arte de los pasos para ese noble servicio de perpetuar y actualizar lo sucedido en Jerusalén hace más de 2000 años. Artistas, con nombre o anónimos, inmortalizaron sus obras en esta Semana Grande. La cuarta pasión, es la pasión en la historia o pasión continuada: Jesús, el Cristo, sigue sufriendo, muriendo y resucitando en cada uno de nosotros, en este iniciado tercer milenio, en esta humanidad nuestra que espera la consumación definitiva y la plenitud final. Pascal, el filósofo de los contrastes, esculpió en una frase: "Jesús, hombre y Dios, estás condenado a la agonía hasta el final de los tiempos". Y, finalmente, pasión de mujer y en la mujer: el alma femenina vive la vida, con su misterio y sus contradicciones, de manera única y profundamente original? Y lo afirmo en este año en el que nuestra Virgen de la Soledad cobra total protagonismo?
Por ello, y sin restar protagonismo a nadie, permitidme que me centre este año, en la primera parte de mi pregón, en el misterio e imagen de Nuestra Señora de la Soledad, la Alcaldesa "espiritual" de Ciudad Rodrigo. Según una nota histórica de Tomás Domínguez, de esta Cofradía ya hay noticia en una Bula del Papa Sixto V, fechada en Roma en 1590. La Imagen estuvo en la Iglesia de los Padres Agustinos hasta la desamortización del año 1823; después fue trasladada a la Catedral. De otro evento importante de la Cofradía, da cuenta un Cabildo General catedralicio, con fecha 2 de agosto de 1840. En el primer listado de los miembros de la Cofradía (año 1855) aparecen 61 hombres y 8 mujeres. Y, en continuidad, llega hasta el día de hoy? Pero no nos perdamos en la historia. Volvamos al presente, al Pregón de la Semana Santa.
Loa y glosa literarias a la Virgen de la Soledad?
Vaya por delante que un pregón no debe ser un sermón, ni en la forma ni el contenido. Pero, tampoco, simple literatura. Un pregón anuncia y conmueve; quiere ser como la llave y el anfitrión que nos introduzca en algo importante y que sigue siendo muy actual. Y que lo haga con pasión y respeto, al mismo tiempo. ¡Como el misterio y la vida misma lo merecen! ¡El misterio de nuestro Señor, en esta ocasión, con ojos y corazón de Madre, con sensibilidad y ternura de Madre! ¡Y la vida misma, con ser y pasión de mujer! Permitidme, en primer lugar y en esta primera parte del pregón, adentrarme en las entrañas mismas de la Virgen de la Soledad para transmitiros sus mismos sentimientos. ¿Pretencioso?? Otros escritores, de variados siglos y sensibilidades, me ayudarán en esta delicada tarea?
¡Santa María de la Soledad! Antes, Virgen de la Piedad. Madre del llanto estremecedor al tener a tu amado Hijo en tus brazos como cadáver yerto. San Gregorio Nacianceno[1] lo describe magistralmente con estas palabras:
"Ay de mí, ay de mí? ¡Qué me veo obligada a mirar! ¿Quién es éste al que ahora sostengo entre mis manos, ya cadáver? ¿Cómo acertaré a descargar mi llanto?? Aún por última vez te miro y te dirijo la palabra? Nunca habría deseado, tras haberte dado a luz, verte como cadáver, muerto por manos de los impíos?¡Ay de mí, si contigo, hijo mío, morir pudiera! Más prefiero morir yo que verte muerto. ¿Cómo podré alcanzar consuelo de esos tus ojos mudos y cerrados?? ¿Cómo soportar seguir viviendo sin ti?? ¿Es que en vano te nutrieron mis pechos?"?
¡Virgen de la Soledad, de la Piedad y Dolor
[1] SAN GREGORIO NACIANCENO, La pasión de Cristo, Ciudad Nueva, Madrid 1995, 116.
¡Virgen de la Soledad, de la Piedad y Dolorosa! Siglo tras siglo, los santos místicos, los hombres piadosos, los artistas y los escritores se han querido acercar a tu misterio. Sus sentimientos, su arte y sus escritos resisten el paso del tiempo. San Buenaventura[1], en el lejano s. XIII, nos legó este bello pasaje:
"¿Qué lengua puede expresar o qué mente comprender, Oh Virgen Santa, la inmensidad de tu desolación y soledad? Estuviste en los hechos recordados, asistiendo y participando en ellos; aquella bendita y santísima carne que tú concebiste virginalmente y tan tiernamente habías nutrido y amamantado, que tuviste tantas veces en tus brazos, que has besado con tus labios y contemplado, la has visto ahora desgarrada por los azotes de la flagelación, perforada por las puntas de las espinas, sacudida con la caña, golpeada después por bofetadas y puñetazos, clavada y fijada al mástil de la cruz; y allí luego pendiente y toda destrozada, expuesta a los escarnios y finalmente abrevada con vinagre y hiel. Y con tus ojos contemplaste aquella divina alma llena de toda amargura. La viste estremecida por gemidos, asaltada por el miedo, por el cansancio, a veces agonizante, ansiosa, consternada, también postrada por la tristeza y el dolor; en parte, dolor por el celo ardiente por reparar el honor divino herido por el pecado; en parte, dolor por el amor desbordante y misericordioso hacia nosotros, mezquinos; en parte, dolor por compasión hacia ti, Madre tiernísima, cuando desgarrado tu corazón, te dirigió una piadosa mirada con aquellas tiernas palabras: "Mujer, ahí tienes a tu hijo". Así confortaba tu alma angustiada, sabiéndola atravesada por la espada de la compasión"?
¡Virgen de la Soledad! ¡Qué profundamente captaron tus sentimientos las mujeres que escribieron sobre ti. Entre ellas, la gran Santa Catalina de Siena[2]:
"La Madre de Dios abrazaba el sagrado cuerpo del Hijo, todo despedazado y maltratado y, con cariño maternal, le apretaba tiernamente en su seno, exponiendo sus ojos y su rostro a las punzantes heridas y, juntando su rostro con el de su Hijo, se tiñó toda ella con su purpurea sangre y en trueque de ella le riega con un arroyo de lágrimas".
¡Virgen de la Soledad! Para contemplar en lo profundo tus sentimientos hay que tener alma de pastor enamorado como San Juan de Avila[3] y, así, colocar en tus labios:
"Oh hijo, tú muerto en la cruz y yo viva en la tierra. ¿Cómo quieres que viva estando tú muerto? ¿No tuvieras por bien llevarme contigo?"?
También, el santo Juan de Avila[4], mezclando el misterio de la piedad y de la soledad, ante un cuadro del divino Morales, acierta a escribir:
"Toman el cuerpo y ponénselo en sus faldas. Toma San Juan la cabeza y la Magdalena los pies; comienzan todos a llorar tan reciamente? Comienza la Virgen recorriendo desde las manos a la cabeza y topaba con las espinas que le habían quedado hincadas al quitarle la corona; todos los cabellos llenos de sangre. No se hartaba de mirar aquel cuerpo? Pone los ojos en el rostro de su Hijo y comienza a hablar: "¡Hijo mío, Dios mío y consuelo mío! ¿Cómo me has dejado? ¿Este es el cuerpo que yo tan tiernamente trataba y envolvía? ¿Quién, Hijo, te ha parado tal? ¿Qué corazón bastó a hacerte tanto mal? ¿Quién te ha desfigurado de tal manera? ¡Oh lengua que a tantos consolaste y que a nadie supiste decir mala palabra! ¿A dónde estás que no me respondes?"?
Fray Luis de Granada[5], más tarde, supo captar como nadie el alma maternal de Santa María de la Soledad, cuando supo colocar en los labios de María:
"!Oh Vida muerta, Oh lumbre oscurecida!? ¿Qué haré sin ti? ¿A dónde iré? ¿Quién me consolará? Hijo mío, ¿no me hablas? ? ¿Quién os ha puesto tanto silencio que no habláis a vuestra madre?? ¿Fue algún delito amarte tanto? ¿Por qué ahora has querido que el amor se me hiciese verdugo y que tanto más padeciese cuanto más te amo??
Deseo culminar este glosario de loas a Nuestra Señora de La Soledad con sabor popular, de la mano de una de nuestras poetisas farinatas[6]: Mari Carmen Oliva Martín.
La Virgen de los Dolores,
la Virgen de la Piedad,
la Virgen de las Angustias
y de la Soledad.
Todas una misma Virgen
y un idéntico penar;
la misma Virgen que llora
por toda la humanidad.
En una calle cualquiera
me he encontrado con Jesús;
yo iba pensando en mis cosas,
Él cargaba con su cruz.
Me pidió ayuda al mirarle;
yo la cabeza volví,
queriendo hacerle pensar
que no le reconocí.
Por temor a dar la cara
no quise se cirineo;
me venció la cobardía;
me sentí esclava del miedo.
Por temor a dar la cara
le dí la espalda a Jesús.
Yo seguí con mi egoísmo.
Él prosiguió con su cruz.
Reconocimiento a las mujeres de hoy, en esta tierra y en este pueblo?
Hasta aquí las loas y alabanzas a nuestra Virgen de la Soledad, nuestra Madre con Mayúsculas, en la pasión de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Pero en esta tarde, os cuento, en primicia, un doble secreto: por un lado, esta mañana, a través de Silvia, que colabora en la Oficina de Medios de Comunicación del Obispado, entregué a los periodistas lo que se suponía que iba a ser el pregón, correcto y académico. Y, sin embargo, lo que en estos momentos os estoy contando, es sólo parte de lo enviado a los periodistas, y que me perdonen? ¿Por qué? ? He tenido que cambiarlo? Al leérselo previamente a algunas mujeres, me han lanzado este reto: "¿Por qué no lo haces de otra forma, saliéndote en parte de lo establecido, de lo políticamente correcto, de lo que ya se espera en un pregón y de un pregonero?? Asumí el reto, me puso en oración, y pedí a la Virgen inspiración y ayuda. Y, sentí en mi interior: "Raúl, describe algunas de las soledades y las lágrimas de las mujeres reales, de carne y hueso, que conoces y te rodean?".
Virgen de la Soledad, permíteme que, en esta noche, ponga voz y te cuente en voz alta lo que tú conoces mejor que nadie: el dolor y las lágrimas de nuestras mujeres; sus soledades profundas; las mujeres de nuestras parroquias y de nuestra Diócesis, sin ir más lejos. Mujeres con nombres y apellidos que, por respeto, silenciaré. O, mejor, las bautizaré nombre simulado?No quiere ser un juego literario ni una descripción psicológica o sociológica. Será un desear entrar en su mismo corazón y descubrir cómo te hablan y te rezan a ti, Madre, la Virgen de la Soledad?
? "Madre de la Soledad: me encuentro en una Residencia de Ancianos. No me falta, físicamente nada pero sí lo más importante: el calor de los míos? De mi marido, que hace tiempo falleció, y de una familia que se han desentendido totalmente de mí? ¡Qué contradicción y qué dolor cuando me preguntan "de qué me quejo si no me falta de nada"! Me falta lo más importante: el amor sincero; alguien con quien contar de verdad y que sé no me fallará nunca? Sé tú mi fiel compañera de mi vejez, Madre del Alma, Virgen de la Misericordia"?
Sentido y actualidad de la Semana Santa?
He sido invitado a pronunciaros el pregón de Semana Santa. Y, llegado a este momento, el pregonero se siente confundido: "De verdad, lo mío, está siendo un Pregón?"? Pero me consuela una verdad: "¿Acaso necesita la Semana Santa ser pregonada?"? Por un lado, ¿no habla por sí misma, en sus misterios de Fe, allá donde toda palabra se queda pequeña: esto es, directamente al corazón, a lo profundo de nuestro ser? ¡Basta con mirar las imágenes? Entre ellas, nuestra Virgen de la Soledad? Por otro lado, ¿no hay que unir Semana Santa y vida?? La Fe es para vivir y vivirla?
La Semana Santa en Ciudad Rodrigo tiene que ser mucho más que un símbolo nostálgico del pasado. La Semana Santa es memoria viva de un acontecimiento que perdura y sigue encontrando eco. Porque en ese condenado a muerte y en ese pueblo judío estábamos todos. Estábamos dando fuerza al cobarde Pilatos para firmar la injusta sentencia. Estábamos levantando las manos del verdugo para descargar con fuerza los golpes sobre la humanidad de Jesús. Estábamos riendo y gritando con el pueblo y las autoridades, y hasta levantando testimonios falsos con los letrados y notables, y saboreando culpablemente con el ellos la farsa del poder. Estábamos allí con las gentes del pueblo, pasivas y curiosas, llevadas por sentimientos viscerales mientras el justo cargaba con el madero. Estábamos con el mal ladrón, blasfemando sus dolores y desgarros interiores, lanzando contra el cordero inocente nuestros propios delitos. Estábamos con los soldados que se repartieron y sortearon lo único que poseía y le quedaba a Jesús, antes de desnudarse del todo: una blanca túnica. Estábamos con los esbirros que le cosieron con clavos y dieron a beber vinagre, cuando sólo pedía agua. Estábamos en el encuentro entre madre e hijo, camino del monte de la calavera y a los pies, en el patíbulo; y también con aquel verdugo que le traspasó el costado con su lanza. Estábamos, en fin, con la masa que sintió temblar su corazón cuando a eso de medio día, dando un fuerte grito, el Hijo de Dios expiró. Y la tierra tembló, y las tinieblas cubrieron todo y el velo del Templo se rasgó en dos.
Sí, no exagero. Allí estábamos todos. Porque hace más de 2000 años, en la capital del pueblo hebreo, en el drama de un condenado a muerte, se concentraba toda la historia de la humanidad: la pasada, la presente y la futura. Porque ese condenado, ese hombre, era más que un hombre: el Hijo del eterno Padre y el resucitado para siempre. Esa madre era más que una madre: la sierva del Señor, el modelo y espejo de la humanidad, la nueva Eva. Ese drama era mucho más que un drama: era el centro y sentido de la historia, de nuestra historia, personal y colectiva.
Hay que gritarlo, aunque no sea políticamente correcto, y como hemos escuchando de las voces y de los testimonios de las mujeres de hoy: "¡No podemos olvidar esta otra pasión real: la de hoy, sufrida en los miembros dolientes del cuerpo místico de Cristo!"? Pasión en campos de batalla, en hospitales y psiquiátricos, en casas de acogida de inmigrantes y de trata de blancas, en pateras a la deriva y refugiados deambulando sin acogida, en hogares donde el maltrato es más frecuente que el pan de cada día, en pueblos excluidos y subdesarrollados bajo el peso de las guerras el hambre o el analfabetismo, en los sobrantes y descartados del sistema económico?
Todos esperan ser bajados de la cruz y gozar de nuestra ayuda y del consuelo de la Madre de la Soledad. Mirar al crucificado es mirar, al mismo tiempo e inevitablemente, a los nuevos crucificados de hoy. Lo que acontece al hombre, le acontece a Dios. Lo que hacemos al hermano, se lo hacemos a Dios? ¡Nuestra carne es la carne de Cristo. A veces, llagada y herida; maltratada y humillada!?
Ante el crucificado toda ideología, toda palabra enmudece y se desenmascara. Misterio de autenticidad radical y profundas: "La cruz ha sido plantada en el cosmos para consolidar lo inestable"! Porque? Tú, Jesús, te sigues identificando con los crucificados de la historia:
Tú exclamas por boca de los desesperados "¡Pase de mí este cáliz!"
Tú preguntas con los torturados sin motivo: "¿Por qué me pegas?"
Tú sigue siendo condenado injustamente en los inocentes.
Tú eres coronado de espinas en campos de refugiados.
Tú eres azotado en el dolor de clínicas y hospitales.
Tú repites la vía del dolor en emigrantes y exiliados.
Tú sigues abandonado en miles de desesperados.
La Virgen de la Soledad nos recuerda que continúa siendo verdad que su Hijo estará en agonía hasta el fin de los siglos.¡¡Qué bella y acertadamente lo plasmó otra mujer: la madre Teresa de Calcuta!!:
Tú, eres, mi Señor, el hambre que debe ser saciado,
la sed que debe ser apagada,
el desnudo que debe ser vestido,
el sin techo que debe ser hospedado,
el enfermo que debe ser curado,
el abandonado que debe ser amado,
el no aceptado que debe ser recibido,
el leproso que debe ser lavado,
el mendigo que debe ser socorrido,
el borracho que debe ser protegido,
el disminuido que debe ser abrazado,
el ciego que debe ser acompañado,
el sin voz que necesita que alguien hable por él,
el cojo que necesita que alguien camine por él,
el anciano que debe ser servido,
el perdido que debe ser reconducido".
Os repito y os invito, como pregonero, en esta Semana Santa, a mirar con otros ojos nuestras celebraciones, nuestras procesiones, nuestras expresiones sacras. Como si fuera la primera Semana Santa, la única, la última de nuestra vida? Miradla y sentidla con los ojos y el corazón de la Virgen-Madre. Virgen de la soledad, a tus pies, nos preguntas: "¿Quién se atreverá a restaurar la dignidad de los hermanos sufrientes?"?"¿Qué habéis hecho no sólo de mi Hijo, sino de sus hermanos y mis hijos los hombres?"?"¿Sois capaces de contemplar con el mismo detenimiento y admiración a quien a tu lado, excluido o marginado, desterrado o maltratado, te necesita?"?
Señora de la Soledad, tú vuelves tu mirada y nos espoleas: "¡No estéis tristes por mí ni por mi Hijo?Nuestra soledad es soledad sonora y sostenida por el amor! Pero tal vez en ti, o en tus hermanos cercanos, la soledad sólo sea eso: !soledad desesperanzada!".
Homenaje a los costaleros y hermanos que procesionan?
Este pregonero tiene que ir finalizando. No lo haré sin rendir un sencillo y sentido homenaje a nuestros costaleros y a los hermanos cofrades que procesionan acompañando los pasos, rezando y haciendo penitencia, cada cual a su manera y con sus motivaciones? En esta ocasión, pido prestados la palabra y el verso al poeta y sacerdote civitatense Jesús Nieto López:
Procesión de madrugada,
bajo palio ancho de luces.
Un temblor en la mirada
y una visión bien cortada:
capiruchos, cirios, cruces?
Pisa firme, costalero,
por esas calles torcidas?
Pon esfuerzo de novicio.
En tu cansancio y en tu sed
abrázate al sacrificio,
como a la carne el cilicio,
como yedra a la pared?
Cuando pases por tu puerta
reza un Credo y, de camino,
dile que ya hay en tu huerta,
sobre tu vida desierta,
un florecer que es divino?
Capataz, una parada,
Que ahí vive un costalero.
Que esa ventana cerrada
tiene en la alcoba guardada
la fe de un hombre sincero
que, para hacerse mejor,
bajo palabra de honor,
juró hacer una visita
cada viernes al Señor?
Costalero, paso lento.
Pon la mirada en la meta.
Mide el valor del momento,
mientras que, espada hecha al viento,
corta al medio la saeta.
Costalero, marca el paso.
Haz del camino oración.
Termina la procesión
llenando hasta el borde el vaso
de sentido y comprensión.
[1] SAN BUENAVENTURA, El árbol de la vida, BAC, Madrid 1946, 207-208.
[2] SANTA CATALINA DE SIENA, Meditaciones, Compañía de Impresores y Libreros, Madrid 1846, 353.
[3] SAN JUAN DE AVILA, Sermón de la Soledad de María, BAC, TII, Madrid 1953, 1050.
[4] Ibid., 1055.
[5] FRAY LUIS DE GRANADA, Libro de Oración, BAC, Madrid 1999, 260.
[6]Cf. Programa Semana Santa, Ciudad Rodrigo 2016, 8.
En el horizonte, la esperanza de la resurrección?
Semana Santa de pasión y de contrastes, clavada en el corazón del pueblo mirobrigense. El dolor y la muerte reclaman luz y resurrección. La muerte no puede hacernos olvidar la vida. El pregonero, por momentos, se queda sin palabras. De nuevo, sólo el verso y la prosa poética, con pudor y temblor, aciertan a expresar sentimientos sinceros, en forma de oración y provocación.
El agónico Miguel de Unamuno supo escribir: "Tú que callas para oírnos, Oh Cristo crucificado, oye de nuestros pechos los sollozos; acoge nuestras quejas, los gemidos de este valle de lágrimas. Clamamos a Ti, Cristo Jesús, desde la sima de nuestro abismo y miseria humanos"?
León Felipe, poeta de la luz y del llanto, de la oración y de la blasfemia, se atrevió a gritar:"Cuando el hombre pregunta "quién soy yo y ya nadie responde, sólo queda mirar al Cristo. ¡Cristo es el hombre, la sangre del hombre, la sangre de todo hombre! Y esto lo afirmo desde el llanto capaz de ganar la Luz"?
El apasionado San Agustín, enamorado de su Señor, se atreve a exclamar: "Cristo es fuente de vida: acércate, bebe y vive. Es luz: acércate, ilumínate y ve. Sin su gracia estarás árido. Cristo trabaja en ti, tiene sed de Ti, tiene hambre en ti y padece tribulación. Y aún El muere en Ti, y tú estás resucitado en El".
¡Civitatenses!: entramos en el Pórtico de la Semana Santa. Agudicemos los ojos del corazón para mirarle sólo a Él, Al Señor de la Vida, del Cosmos y de la Historia, Al Hijo de la misericordia entrañable y del amor de ágape, gratuito y total. No tengamos miedo; abramos nuestro corazón y nuestras entrañas a quien nos conoce mejor que nosotros a nosotros mismos, a quien nos puede limpiar y alumbrar de nuevo. Sólo así podremos entonar el pregón pascual. Y, con el Espíritu del resucitado, que hace nuevas todas las cosas, cantaremos: "¡Creemos en la vida, en la justicia, en la alegría, en la esperanza, en la humanidad y en la creación nuevas".
Estamos viviendo, socialmente, momentos difíciles, complejos. A la luz del Resucitado, no nos puede invadir ni la nostalgia ni el revanchismo; ni el enfrentamiento ni el individualismo aburguesado; ni la ruptura ni el fracaso desesperanzado? En el muro de uno de los campos de concentración alemán, un recluso grabó estas palabras: "Señor, acuérdate no sólo de los hombres y mujeres de buena voluntad, sino también de los de mala voluntad. No te acuerdes sólo del sufrimiento que nos han infligido. Acuérdate de los frutos que hemos dado gracias a nuestro sufrimiento. Y cuando ellos, nuestros verdugos, sean juzgados que todos estos frutos de nuestro sufrimiento sean su recompensa y su perdón".
Permitidme finalizar mi pregón con el escritor José Cabodevilla, entonando un himno de utopía y esperanza. Es el mensaje que nos regala nuestra Madre de la Soledad, porque la cruz y el dolor no son el final:
Porque Cristo resucitó y es el Hijo
creemos en el Padre y en los hermanos.
Porque Cristo resucitó y es vida
creemos en la vida y no en la muerte.
Porque Cristo resucitó y es el camino
creemos en el futuro y no en el miedo.
Porque Cristo resucitó y es la paz
creemos en la paz y no en la guerra.
Porque Cristo resucitó y está en los pobres
creemos en la justicia y no en la opresión.
Porque creemos que Cristo resucitó y está en la comunidad; creemos en la unidad y no en la división.
Porque Cristo resucitó y se apareció a Pedro
creemos en una Iglesia confiada a hombres pecadores.
Porque Cristo resucitó y nos da su Espíritu
creemos que somos hijos amados para siempre.
A partir de la resurrección del Hijo de Dios podremos exclamar con Pablo, el enamorado de Jesucristo: "Ninguno de nosotros vive ya para sí mismo? Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos de Dios" (Rom 14,7 ss). A partir de la resurrección del Hijo de Dios, toda nuestra Diócesis, estará haciendo realidad el camino de la Asamblea Diocesana; que no es otro que el de la experiencia de Emaús: Cristo saliéndonos al encuentro, y caminando a nuestro lado, para escuchar nuestras dudas y certezas, nuestras lamentaciones y alegrías. También Cristo iluminando con su Palabra nuestras existencias; y, finalmente, Cristo compartiendo el Pan y enviándonos como evangelizadores y sembradores de esperanza de una Iglesia y de una sociedad nuevas? ¡Siempre en salida y haciendo realidad la cultura de la cercanía y del encuentro, del diálogo, del tender puentes y no muros, que tanto nos insiste nuestro querido Papa Francisco!
Cristianos civitatenses y cofrades todos: ¡Feliz y fecunda experiencia de Semana Santa 2016! ¡Felices y santos días de gracias redentoras y salvadoras! ¡Que la Virgen de la Soledad, y su Hijo, os bendigan y os acompañen, especialmente a los más enfermos y necesitados!
+ Raúl Berzosa, Obispo de Ciudad Rodrigo