OPINIóN
Actualizado 12/03/2016
Juan Robles

En las proximidades de la fiesta de San José, considerada últimamente como la fiesta del padre, no está demás hacer alguna consideración sobre la misma fiesta y otras realidades ligadas a la misma. Fiesta por cierto que no lo es tanto, ya que fuera de Valencia, no suele considerarse día de fiesta con descanso del trabajo en la mayor parte del resto de las autonomías. Este año habrá una circunstancia especial de media fiesta al coincidir en un día de sábado.

La fiesta de San José es desde hace ya muchos años considerada como el día del Seminario, es decir el día de las vocaciones sacerdotales y, por extensión, puede considerarse también el día de los sacerdotes. No son tiempos fáciles para las vocaciones sacerdotales. Ni siquiera para los mismos sacerdotes, a los que a veces se llama padres también entre nosotros, pero con mucha normalidad en las iglesias y pueblos de América Latina, e incluso de otras áreas lingüísticas como la francesa "mon père", o el área inglesa "father".

Con razón se puede considerar a los sacerdotes católicos como padres, porque al engendrar las iglesias o comunidades, al alumbrar a la vida cristiana a los que se bautizan, y aun en otras actuaciones, como presidencia de los matrimonios, o como acompañantes de los enfermos asistiéndoles incluso a la hora de la muerte, actúan como verdaderos padres, y pueden considerar a San José, padre legal de Jesús de Nazaret, como verdadero patrono suyo y que, por tanto, pueden considerar el día de San José como el personal y propio día del padre.

Pero más propio es San José como patrono del Seminario, que generalmente suele celebrarse en el domingo más cercano, y que este año se celebra el día 13, porque el 20 coincide con el domingo de Ramos, que no permite hacer memoria de otros acontecimientos. Por cierto que San José también es patrono y protector de la Iglesia, y como asistente de aquellos que en la hora final de su vida están a punto de entregarla definitivamente, y pueden contar con el bueno de José para que les acompañe en el paso de una buena muerte.

No estamos en tiempos favorables ni para los seminaristas ni para los sacerdotes. Los sacerdotes son cada vez menos y de mayor edad, y tienen que enfrentarse a la atención de las mismas 400 parroquias que han estado atendiendo desde los años en los que sobraban los sacerdotes, llegando a haber varios hasta en pueblos relativamente pequeños, como serían Alba de Tormes, Macotera o Guijuelo, que tuvieron durante mucho tiempo uno o dos coadjutores. La dificultad llega al problema de la atención escasa y a veces poco apropiada a zonas o barrios de mayor población y de abundancia relativa de jóvenes y de niños.

Y el problema de la escasez se agrava porque no hay suficiente relevo. En los últimos años hemos pasado por la prueba de que no se ordene de sacerdote ningún seminarista. En varios años no tuvimos seminarista alguno en el Seminario. Gracias a Dios, ha empezado a haber algún joven que apuesta por la vida sacerdotal y se prepara estudiando la teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, recibiendo la formación sacerdotal en convivencia con seminaristas de otras diócesis cercanas: Ciudad Rodrigo, Ávila, Zamora, Segovia y la misma Salamanca, reunidos todos en el Teologado de Ávila.

Pero ¿todavía hay jóvenes que apuesten hoy por el sacerdocio? Y más sabiendo a lo que se enfrentan por la escasez de curas y por el alejamiento de muchas personas anteriormente creyentes y ahora flojas en la vida cristina, alejadas de la Iglesia, y a veces hasta con posturas hostiles a la misma Iglesia y a los religiosos. Pues sí, todavía hay jóvenes que apuestan por entregarse a Cristo de por vida. Y son hombres ya maduros, con categoría de estudiantes universitarios, y con sentido crítico y realista delante de la vida de futuro en esta nuestra querida España. Podemos felicitarnos por poder contar con tres seminaristas de calidad, uno de los cuales puede llegar a ser sacerdote el año próximo, al terminar en el próximo verano sus estudios de teología, y haber estado en prácticas pastorales a lo largo de este último curso.

San José nos proteja, y continúe acompañando a nuestra Iglesia diocesana, que está en periodo de reflexión y de nueva organización mediante la Asamblea Diocesana, en la que participan más de dos mil personas de todo ámbito y condición. Feliz día del padre. También de los padres sacerdotes.
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