Según la definición del Diccionario de la RAE el festín es un banquete espléndido; y de acuerdo a otras acepciones de la palabra se le pueden añadir algunos elementos que le dan vitalidad y movimiento: música, baile y diversiones varias. Por tanto estaremos de acuerdo en que el panorama político que se proyecta en los medios de comunicación es un festín. Cualquiera puede comprobarlo si abre la tele, lee un periódico, o se entera de lo que corre por las redes sociales cada vez más prolíferas. Con que eche un vistazo le basta. Confieso que yo me levanto en medio de la representación y me salgo a espirar al pasillo o tomarme una caña en la cafetería. Si entro otra vez veré y oiré más de lo mismo y con los mismos personajes. Si bien cada día se multiplican los actores, pues hay fiesta para todos. Y al hablar de festín me refiero también a los periodistas; nunca como ahora han te
nido un banquete de noticias tan espléndido como ahora, platos exquisitos que les sirven los políticos en bandeja de plata y copas de cristal de Burano. Pero quizá el plato fuerte son los mismos personajes de la política, que son mirados, escudriñados, rodeados, tocados, acariciados, sobados, besados en la boca, despedazados, linchados por los periodistas, que con frecuencia no se distinguen de los políticos, ni los políticos de los periodistas. Salen juntos y revueltos en todos los medios, en imágenes, comentarios, de pie, sentados en la tertulia, en posturas de "postureo", valga la redundancia de moda, echando un mitin, pisándose la palabra, para no dejar hablar al otro. Festín de críticas, opiniones peregrinas, pronósticos, defensas cerradas a favor de uno de los cuatros o de los otros. ¡Cómo se los pasan! los políticos y los periodistas. Y ¿qué pensará la gente que no habla y los que ni siquiera pueden comer?