OPINIóN
Actualizado 08/03/2016
Antonio Vicente

ANTONIO VICENTE / Juez internacional canino

De la misma forma que un día la aparición de Podemos en el escenario político  pudo ilusionar a todo el electorado progresista, ahora puede estar pasando que tales ilusiones se estén esfumando dadas las salidas de tono que, en especial, su líder está teniendo con demasiada frecuencia y que han tenido su culminación en el primero de los debates de investidura de Pedro Sánchez, donde utilizó un tono propio de guerra y rememoró episodios que ni vienen a cuento ni tiene derecho a mencionar como lo hizo.

Estando, por una parte, en  un momento de máxima dificultad para la inmensa mayoría de los trabajadores españoles debido a la crisis económica y las consecuencias  que de ella se derivaban, con un Gobierno de derechas olvidado completamente de los problemas del pueblo llano, legislando en  favor de sus amigos, recortando derechos adquiridos durante décadas de lucha tratando de apuntalar la dignidad de los más humildes, dejando tirados a miles de enfermos a los que se les retiraron las ayudas que les prestaba la ley de Dependencia  y con miles de españoles perdiendo sus casas en desahucios,  además de estar envuelto en innumerables casos de corrupción, la aparición de una nueva fuerza de izquierdas ilusionaba y mucho a los más necesitados.

Si, por otra parte, la fuerza mayoritariamente  consolidada de izquierdas,  el PSOE, daba la impresión de vivir en el acomodo más absoluto y falto de prescindir de la vieja guardia representada por Rubalcaba y falto, asimismo, de una renovación que no llegó hasta finales de julio de 2014, envuelta en algunos problemas internos debido a distintas corrientes ideológicas,  la aparición de Podemos a principios de este mismo año representaba, además de una ilusión, como ya he dicho, una esperanza de dignidad para la gran mayoría.

Por si esto fuera poco, cualquier duda que pudiera recaer sobre la formación política emergente por el mero hecho de ser de nuevo cuño, quedaba disipada al comprobarse la presencia, entre sus bases o en su órbita más cercana,  de personas de relevancia social o profesional sobradamente  contrastada con anterioridad  y que daban prestigio a la formación. Cabe reseñar en este punto los nombres de Manuela  Carmena, Jiménez Villarejo, Victoria Rosell, juristas todos ellos,  o Julio Rodríguez, militar, exjefe del  Estado Mayor de la Defensa, además de innumerables personalidades del mundo  de las artes, la medicina o la enseñanza.  Prueba de esta ilusión despertada es que pocos meses después de  su inscripción en el Registro de Partidos Políticos en  marzo de 2014, superó los 200.000 afiliados.

Al margen de algunas cosas de régimen interno que han levantado ciertas polvaredas puntuales y que se pueden considerar normales en cualquier partido político u otro tipo de asociación, es preocupante, a mi modo de ver, la actitud del líder de la formación, Pablo Iglesias, con gestos rayando, a veces, lo circense y comentarios que por desafortunados, para muchos, se alejan del encargo que sus votantes  le han dado en las urnas, que no debe ser otro que desarrollar su programa político desde la más rigurosa seriedad y dando a las instituciones públicas  el respeto que se merecen. Da la impresión de no estar del todo centrado en este encargo con actuaciones en episodios concretos como el de la presencia del  bebé en el Hemiciclo o la fórmula de acatamiento de la Constitución el mismo día,  cuando algunos  diputados  llevaban  su 'chuleta' con la coletilla que debían  añadir.

Más recientemente,  las declaraciones hechas con motivo  de  la puesta en libertad de Otegi, tras haber cumplido su condena,  señalándole como preso político, cuando fue condenado por pertenencia a organización terrorista,  es  una salida de tono impropia de un líder de un  país de la actual  Europa Occidental. Pero el colmo de la desfachatez llegó en la primera  sesión de investidura de Pedro Sánchez donde, además de su extrema dureza verbal, aminorada ya en su discurso de la  segunda sesión, acusó a Felipe González de unos hechos ocurridos en 1983 y por los que la justicia ya depuró responsabilidades penales en otras personas en sentencia dictada en el año 2000. Nadie tiene derecho a imputar a otros hechos a quien la justicia no se los ha imputado nunca. Y para finalizar con estas salidas de tono, el beso de Iglesias con Xavier Doménech no parece responder al encargo que los electores le hacen en  las urnas a cualquier candidato que se presente a tal responsabilidad.

Da más la impresión de que Iglesias ha llegado para  ajustar cuentas pendientes con algunos en vez de mirar hacia adelante y hacer simplemente política, con la  seriedad y la rigurosidad que los electores y nuestros problemas merecen. Le sobra esta parte de show a quien aspira a ser el líder de la izquierda política española y esto merma las ilusiones y expectativas generadas en un principio.

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