OPINIóN
Actualizado 08/03/2016
Miguel Ángel Perfecto

El día 8 de marzo se celebra internacionalmente el día de la Mujer Trabajadora en honor de las mujeres obreras que lucharon y murieron en la ciudad de Nueva York el siglo pasado.

Hoy ese día dedicado a la Mujer Trabajadora se ha transformado sencillamente en el día de la Mujer, un día para reivindicar la lucha de las mujeres a favor de la igualdad real.

Ciertamente, la democracia española ha supuesto un salto de gigante en la igualdad entre hombres y mujeres, todavía en el año 1975 las mujeres necesitaban el permiso del marido para poder administrar su dinero y sus cuentas de ahorro y todavía seguían existiendo los delitos de adulterio y de abandono de hogar. Una mujer si era denunciada por tener relaciones sexuales con otra persona distinta de su marido podía ser condenada a penas de cárcel, algo que no existía si el infiel era el hombre. Si la mujer harta de los malos tratos de su marido se marchaba de casa por ejemplo a casa de sus padres, el marido podía denunciarla a la Guardia Civil por abandono de hogar.  Hay que recordar que los anticonceptivos estaban prohibidos en este país hasta 1977, igual que la planificación familiar o el aborto.

Con la Constitución de 1978 se consagró la igualdad legal de las mujeres respecto a los hombres pero aun quedaba un gran trecho para conseguir la igualdad en el trabajo o la igualdad en la sociedad.

La progresiva incorporación de la mujer al mundo laboral ha terminado con muchas discriminaciones escandalosas basadas en los mitos de la incapacidad natural de la mujer, y en la consideración de que el papel de la mujer es ser madre y esposa, " el reposo del guerrero" como se la denominaba en los manuales de adoctrinamiento del Franquismo.  Todavía hoy en día existe una diferencia salarial respecto al hombre  en torno a un 18,2 %, es decir, a igual trabajo, la mujer recibe el 18,2 % menos de salario. El desarrollo de medidas legales de discriminación positiva durante el primer mandato de Gobierno Socialista supuso una mejora sustancial de las mujeres trabajadoras y una mayor visibilidad social de sus problemas y de sus luchas.

La mujer trabajadora soporta todavía un doble trabajo, como trabajadora y como madre, porque uno de los grandes problemas de nuestra sociedad es que el hombre todavía no ha interiorizado que los hijos y la familia son responsabilidad de los dos, no solo de la mujer. Es lamentable constatar que la mayoría de los miembros de las APAS en colegios e Institutos están integradas mayoritariamente por mujeres, las únicas que se preocupan por la educación de sus hijos, mientras que el hombre sigue adoptando la resistencia pasiva a involucrarse en las tareas del hogar y en el cuidado y educación de sus hijos. Hoy en día el panorama es mucho más halagüeño para las mujeres, en la Administración Pública la igualdad salarial es un hecho, mientras en el mundo político la representación femenina ha crecido exponencialmente, siendo uno de los países con mayor porcentaje de mujeres en cargos públicos. Pero queda mucho camino por recorrer en el mundo de la empresa privada y sobre todo en el mundo de la familia. Mientras los hombres no nos convenzamos de que la familia, la educación de los hijos debe ser algo compartido, las mujeres seguirán teniendo un doble trabajo: en casa y fuera de casa.

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