OPINIóN
Actualizado 04/03/2016
Luis Frayle Delgado

¿Quién es la gente? o ¿qué es la gente? Ahora los líderes políticos dicen con frecuencia: que hable la gente, lo pide la gente. Y la gente son todos los que me escuchan menos yo; eso es lo que piensan los que hablan de la gente. Ya en el origen de la palabra, en el latín "gens" hay algo de multitud, algo masivo, todo un núcleo humano agrupado en un apellido, o los pueblos o naciones de fuera de las fronteras. Más tarde fue la multitud, las masas, o las masas proletarias. Incluso "esa pobre gente", individuos en grupo sin rostro humano. En el siglo pasado hubo una corriente de pensamiento o filosofía que se llamó "personalismo", y algunos de los más ilustres defensores de la persona fueron los franceses Mounier y Maritain. Seguramente este pensamiento nació al constatar el descrédito de la persona, ya presente, y sobre todo el que se avecinaba y ha tenido lugar en las últimas décadas, hasta el punto de que ha aparecido el pensamiento identitario, que se pregunta por nuestra identidad, tanto individual como colectiva: quiénes somos o qué somos. Porque en nuestra época el hombre ha perdido su identidad, ha dejado de ser persona para convertirse en un elemento de un "colectivo" (no en vano en algunos países de habla hispana esta palabra significa también "autobús"). A eso nos ha llevado la globalización, y sobre todo el "pensamiento único". Este pensamiento es el que proporciona el líder, que ya no es tampoco una persona sino los medios de comunicación.  Y puesto que el núcleo de la persona es el pensamiento propio y personal al que sigue la voluntad, indispensable para ser libres, la persona ha sido aniquilada. Y los líderes políticos y comerciales se valen de la gente para sus fines y para sus negocios. A esa aniquilación del pensamiento propio y personal se la llama también "inteligencia colectiva". Se atribuye a Mark Klein la frase: "cuanta más gente menos errores". Pero eso es una falacia del populismo.

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