Cada vez que aquella mano ennegrecida por la mugre, bronceada y requemada por el sol, con heridas y zaherida por el paso del tiempo, es extendida en tu presencia, se te estremecen las entrañas, se te encoge el corazón y sientes la injusticia de una vida, de una sociedad, cruel.
Cada vez que un niño, con mocos en la nariz, despeinado y con la carita sucia se te acerca a pedirte una limosna, que le niegas no tanto por insensibilidad como por miedo a estar apoyando mafias de explotación de menores, no puedes negar que sientes algo en el corazón que te hace sentir mal.
Cada vez que, sentado en la comodidad de tu salón, ves en la televisión la intervención de la policía obligando a salir a una familia de su casa por ser desahuciados, no puedes dejar de sentir una compasión y apoyo que te fractura lo más profundo de tu ser.
Cada vez que, en un programa de la tele, ves el trato que reciben aquellas personas que, huyendo del islamismo radical y de la guerra, pretenden entrar en la opulenta Europa, no eres capaz de soportarlo y percibes que tu corazón se rompe.
Detrás de cada una de esas visiones hay un ser humano que, como cada uno de nosotros, es portador de valores eternos, sentimientos, principios y vivencias profundas e irrepetibles que merecen todo el respeto, el apoyo y dignidad en el drama humano que viven. Esos sentimientos son inherentes al ser humano, esa sensibilidad es común a las personas que tienen corazón y apropiarse políticamente de la caridad, de la piedad, de la solidaridad, de la sensibilidad por el que sufre, es un acto cruel que encubre el mal uso del sufrimiento ajeno para la obtención de un beneficio propio. Huye del que se apropia del sentimiento para hacer un uso político, es un ruin, falaz y zurriburri que sólo busca su beneficio.¡ Basura!.
Ante el dolor, sufres; ante la angustia, te angustias; ante el llanto, lloras; ante el padecimiento, padeces; ante la vida, vives y todo eso lo haces por tener corazón, no por pensar que la intervención estatal es mejor que la actuación privada; no por ser de izquierdas o de derechas, pues si no es un sentimiento que brota, sino una ideología política, lo que se produce es la manipulación del político.
Todo populismo se enraíza en la necesaria creación de un agravio y la generación de un bueno buenísimo que te tiene enfrente a un malo malísimo que te odia, de un gen impoluto que es imposible emponzoñar frente a una basura constante de quimérica limpieza. Pues lo siento, ni dioses ni diablos, ni santos ni brujas. En política hay medidas, fórmulas de solución, planteamientos y estructuras de tramitación de los problemas y todas ellas, en el extremo, generan perjuicios, son peligrosas y cuando juegan con los sentimientos, mienten, manipulan y falsean la realidad.
Y, así, El pobre que tendía la mano podría ser un alcohólico multimillonario que disfrutaba con esa situación de engaño; el niño podría ser un ladronzuelo que maltrataba a su madre enferma; el desahuciado podría haber provocado la situación para colocarse con un buen sueldo en una asociación de damnificados; el exilado que huía de la guerra podría ser un yihadista terrorista que buscaba entrar en Europa.
Todos ellos jugaron con nuestros corazones para obtener un rédito injusto, inmoral y que nos causa daño. Una cosa es la imagen y otra la realidad, una cosa es la política y otra el sentimiento.