OPINIóN
Actualizado 27/02/2016
Ángel González Quesada

No debería hacer falta, y menos a quienes son realmente de izquierdas, pero tal vez no esté de más recordar que ser de izquierdas es algo muy simple y claro, es mucho más que decir que se es de izquierdas. Ser de izquierdas no es, ni mucho menos, militar o ser miembro de un partido político que se llama de izquierdas, aunque quienes son de izquierdas tiendan naturalmente, voluntariamente a agruparse, más que en partidos en grupos de acción real, asamblearios y con pocos dirigentes, porque son inteligentes, porque ser de izquierdas es olvidar el individualismo egoísta y excluyente y, utilizando éticamente la individualidad de los propios principios ?informados, contrastados, adquiridos en diálogo, en cultura, en reflexión-, sentirse parte de una comunidad, de una sociedad, de un colectivo que al final no es otro, no puede ser otro que la humanidad entera. Que ser de izquierdas no es mostrarse ni exhibirse como tal ?quizá sí callarlo en ocasiones, porque no se pregona la propia naturaleza- sino orientar el comportamiento, las acciones, la vida entera hacia la justicia entre las personas, hacia la igualdad generadora de fraternidad, hacia la ética de las organizaciones humanas, el respeto y la comprensión, hacia el reconocimiento de la inteligencia creadora y el valor del esfuerzo de aprendizaje, hacia la fuente generadora de progreso que es la honestidad, la honradez personal, el autorespeto. Y aunque ser de izquierdas, políticamente, sea más bien poco, apenas unas palabras que distinguen y diferencian de ser de derechas, -el individualismo extremo, el dogmatismo paralizante, el tanto tienes tanto vales, la jerarquía clasista, la imposición y el valor de los nombres por encima de las personas-, también es cierto que ser de izquierdas políticamente ha de incluir la adquisición de herramientas adecuadas para vehicular la acción, articular la discusión ideológica y conocer los mecanismos para la defensa real de las convicciones, herramientas que se adquieren, también, y en gran medida, con el conocimiento de los grandes pensadores que a lo largo de la historia han enunciado, analizado y reflexionado sobre los principios filosóficos de lo que ha dado en llamarse ser de izquierdas.

Sin embargo hoy, en este país, si uno lee periódicos o escucha la radio y ve la televisión, podría pensar que ser de izquierdas sería algo así como un disfraz, un grito o una máscara que no se diferencia mucho del vestido, la voz o el rostro que tiene el ser de izquierdas, pero que es sólo eso, un disfraz.

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