Falleció el famoso profesor de semiótica mundialmente conocido por su novela "El nombre de la rosa". Cuentan que su afición al fútbol era una metáfora, un vehículo para interpretar matices y excesos de la fascinación humana? Por supuesto, el fútbol es más que un juego y su sistema de signos codifica las experiencias y les da significados a distintos niveles. Decía Umberto Eco: "Yo no tengo nada contra el fútbol. No voy a los estadios por la misma razón que no iría a dormir por la noche a los pasos subterráneos de la Estación Central de Milán (o a pasear por Central Park, de Nueva York, pasadas las seis), pero, si se presenta la ocasión, veo un buen partido con interés y placer en la televisión porque aprecio los méritos de este noble deporte. Yo no odio el fútbol. Yo odio a sus fanáticos".
Cuando Eco escribió varios artículos sobre el fútbol y su ambiente, hubo interpretaciones "sui géneris" y el escritor concretó: "No amo al hincha porque tiene una extraña característica: no entiende por qué tú no lo eres, e insiste en hablar contigo como si tú lo fueras. No es que a él no le importe nada que a mí no me importe nada. Es que no consigue concebir que a alguien no le importe nada. No lo entendería ni siquiera si yo tuviera tres ojos y dos antenas sobre las escamas verdes del occipucio". Y no le falta razón?
El asunto de los hinchas da para muchos debates? Y coincido con sus apreciaciones, llevo tiempo denunciando ciertos "fundamentalismos": Himnos, banderas, manifestaciones místicas, parafernalias diversas, ritos multitudinarios, periodistas presumiendo de bufanda y camiseta? ¿Cómo le iba a gustar a Umberto Eco el ambiente de manada del fútbol? La cuestión es que el fútbol ha perdido a un pensador distinguido, sin duda no sería un buen aficionado al fútbol pero no se distinguió por actuar con gregarismo enfermizo?