OPINIóN
Actualizado 23/02/2016
Francisco Delgado

La observación que expongo a continuación sobre la actitud básica en cuanto a ritmo de vida de la mayoría de la población española, es fruto exclusivamente de mi experiencia de ciudadano, no está basada en ninguna encuesta o estudio sociológico. En esta impresión es el conjunto de la sociedad el objetivo de la mirada, no las numerosas excepciones que con toda seguridad hay.

Sintetizo esta impresión diciendo que la mayoría de los actuales españoles se sitúan en dos polos opuestos en cuanto a con qué "ritmo de vida" encaran las cosas: sus decisiones, su trabajo, sus tareas, su diversión, sus modos de relacionarse. Una gran parte se sitúa en una actitud pasiva, bien porque no sabe cómo manejar sus propios asuntos bien porque está obligado a esta pasividad (caso de los cientos de miles de parados involuntarios). Y otra gran mayoría estarían bajo un "crónico síndrome de hiperactividad", caracterizado por la sensación de estar sometido a muchísimas responsabilidades u obligaciones, de no tener tiempo suficiente para hacerlas frente, de que se le acumulan las tareas sin terminar, de que ni siquiera tiene tiempo para estar consigo mismo y con los demás con tranquilidad.

La conducta de los automovilistas españoles en las carreteras, o, en general, la situación del tráfico, muestra con suma claridad esta impresión: Desde el comienzo de la crisis, aproximadamente, las carreteras españolas están mucho más vacías de coches, ( hablo de días normales, no de puentes o vacaciones) que en las décadas anteriores, pero los conductores, en general, van a velocidades innecesariamente más rápidas de lo normal: esta "hipervelocidad" no se da solo en días laborables, en horarios de entrada o salida del trabajo, sino a cualquier hora de cualquier día: un domingo por la mañana, en la carretera que va al parque, o el sábado tarde cuando la mayoría de desplazamientos tienen que ver con el ocio, o el día de fiesta camino de la fiesta del pueblo. El sujeto que padece esta "enfermedad", la hiperactividad, ya no puede discriminar entre necesidad y no necesidad, entre ir tranquilo, disfrutando del viaje o ir tenso, apresurado "por llegar", sin saber el motivo.

La conducta en las carreteras es un ejemplo más de todas las áreas de vida del sujeto medio: su conducta haciendo su trabajo, su actitud mientras charla con sus amigos o familia, incluso cuando está disfrutando del ocio, está dominado por una sensación de prisa que no puede controlar. Incluso en la conducta del sueño. Algunas estadísticas hablan de un incremento significativo del insomnio en nuestro país, en los últimos años.

En la vida colectiva también los acontecimientos parecen ir desde una polaridad a otra: juicios por delitos en la gestión pública que exigirían una resolución rápida, se eternizan, años y años, y de repente al encargado de formar un gobierno, se le presiona para que no disponga de más de tres semanas. Nuestro presidente  (ahora en funciones) ha sido el ejemplo paradigmático del "no hacer", no actuar, pararse, ante las numerosas situaciones de urgencia que la sociedad ha presentado en estos años. Como si estuviera parado. Pero en los últimos meses, leyes nuevas, compromisos firmados con responsabilidades a largo plazo, han llenado aceleradamente la acción política de su gobierno.

Nada funciona bien si lo que se ejecuta no tiene el ritmo adecuado a la finalidad y naturaleza de la tarea; esto que los melómanos lo tenemos tan claro en la interpretación musical, es una norma general a toda actividad humana.

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