(A Alejandro López Moreno, 50 años de su muerte)
Te veo en lo azul moldeando aquel silencio que sólo deshacían los ruiseñores siempre a la hora del atardecer. Nubes que respiraban con tus lágrimas, voces de luz colgándose en tu pelo. Los chopos te miraban como frailes sobrios y humildes, con la capucha puesta. Y tú picabas piedras de ternura, al pie de aquel muchacho tan pequeño que entre tus ojos azules se escondía hallando paz, ternura, sencillez.