Tenía frío en la sangre. Tenía hielo en los pulmones, y estornudé, y a mí sí se me salió el alma; de hecho, huyó, buscaba un lugar mejor. Tenía los ojos rotos de llover, de llover a mares.
Y e
ntonces, llegó él, con un chubasquero, se lo quitó y dijo: "¡Toma, no quiero que te mojes!"