OPINIóN
Actualizado 19/02/2016
Juan Robles

El Papa Francisco nos sorprende continuamente con sus enseñanzas y, sobre todo, con sus gestos. Así aparece claramente en su reciente viaje a Méjico, un país grande, pero lleno de contradicciones, de corrupciones, de abusos sobre personas, de tráfico de drogas y de violencias criminales. Era un verdadero reto, no exento siquiera incluso de peligros.

Pero el Papa no se ha mordido la lengua. Ha enfrentado claramente los problemas, pero ha ido realizando también gestos e invitaciones a la esperanza. El lema del viaje era "Misionero de Misericordia y Paz". La ocasión era el año del Jubileo extraordinario de la Misericordia. Pero detrás el Papa tenía una clara intención de invitar a superar decididamente los problemas, y trabajar para conseguir la paz ciudadana y los valores humanos y evangélicos.

La selección del país, aparte de la oportunidad de la reflexión y el enfrentamiento de los problemas ya tradicionales allí, pero que afectan a otros muchos países, supone un mensaje indirecto también para el vecino próximo: los Estados Unidos. La última intervención ha sido en la Ciudad Juárez, en la frontera de dichos Estados Unidos y con participación de ciudadanos de este país, afectado por el tráfico y consumo de la droga, y por los inmigrantes procedentes de Méjico y de los países centroamericanos, principalmente.

Ya empezó el Papa Francisco con una clara denuncia de los problemas y una invitación a superarlos, en el discurso de saludo tenido, con la mayor difusión posible de medios, en la misma residencia del presidente, y delante de las autoridades nacionales y de los representantes diplomáticos presentes en los Estados Unidos de Méjico.

Y no menos explícita fue la denuncia de sus deficiencias ante los obispos mejicanos presentes en la catedral de Méjico.

En Oaxaca, Chiapas, tomó en cuenta la presencia predominante de los indígenas, con graves problemas tradicionales y diversos intentos de superarlos, hasta con marchas populares delante de los responsables políticos de la región. Llegó el Papa a pedir perdón a los indígenas y a invitar a todos a pedirlo, sobre todo por los abusos sobre los indios, la explotación y la desposesión de las tierras que ellos siempre habitaron.

Quizá un lugar de los más peligrosos y dominados frecuentemente por las mafias ligadas al narcotráfico, con resultado frecuente de muertes diversas. Y allí quiso estar el Papa Francisco para animar a afrontar los problemas, sobre todo con las bases del evangelio. Lo proclamó especialmente delante de los jóvenes de todo el país que llenaban el Estadio "José María Morelos y Pavón", donde ofrecieron al Papa bailes y manifestaciones populares de diversas regiones, y especialmente de la zona purépecha, que es la que habita sobre todo el estado de Michoacán.

El Papa aprovechó allí para exaltar y proponer para la imitación al santo obispo, el primero de la diócesis de Michoacán, el castellano de Madrigal de las Altas Torres y formado en la universidad de Salamanca "tata" Vasco de Quiroga. Él supo conectar perfectamente con los indígenas del lugar, enseñándoles al autogobierno y a la autofinanciación de sus "hospitales-pueblo", antecedente de las famosas reducciones del Paraguay promovidas más tarde por los jesuitas. Y, sobre todo, supo formar en saber y tecnología, pero especialmente en la doctrina cristiana a los nativos, que incluso le llevaba a crear y representar obritas de teatro o autos sacramentales, dentro de las celebraciones de las fiestas cristianas. Los indígenas lo llaman hasta hoy "tata" Vasco: papá Vasco. Y en algún pueblo conservan todavía las normas y prácticas de autogobierno llevadas a cabo hasta hoy por los indígenas.

El Papa ha señalado de algún modo su deseo, y quizá su propósito, de llevar pronto a cabo la beatificación y canonización de Vasco de Quiroga. Al que desde luego los mejicanos, que lo conocen desde la escuela, tienen ya por santo. Y la diócesis de Morelia acaba de presentar en Roma los estudios previos al proceso de beatificación.

Y las enseñanzas del Papa han resonado en español, con ecos en los países de habla hispana en América y España.

Y aparte de la exaltación de los indígenas en Chiapas, Francisco ha tenido, como gestos de gran relieve, las visitas a los marginados y desheredados, como son los niños del hospital del cáncer y la aproximación a los encarcelados múltiples de Chihuahua. El mensaje ha sido completo y valiente. Y esperamos que eficaz y efectivo.

Ojalá dentro de algunos años podamos cantar de nuevo con todo derecho aquello del "Méjico lindo y querido". Hoy lo es más que ayer, y ojalá lo sea hoy menos que mañana. Hoy Méjico, dirigiendo sus pasos el Papa Francisco, nos va marcando a nosotros también el camino.

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