OPINIóN
Actualizado 17/02/2016
Emilio Pérez

Por la izquierda, es difícil llegar a un pacto, cuando los protagonismos individuales exacerbados se anteponen a los intereses colectivos y generales; cuando se tiene más presente y con mayor intensidad una nueva convocatoria de elecciones, que asumir unos resultados sobradamente suficientes como para cambiar el rumbo político de forma progresista; cuando se condiciona, se excluye y se amenaza, aún con objetivos similares, pretendiendo permanecer aún en campaña electoral por lo que pueda llegar a pasar.

   Por la derecha, con el evidente voto en contra del partido popular, que bajo ningún concepto se planteará la abstención y jamás votará a favor salvo que sea para perpetuarse; con la más que flagrante desconfianza de quienes pensaron que serían esenciales y no lo van a ser tanto, aunque tampoco descartan unos nuevos comicios, en los que esperan que la corrupción valenciana y madrileña debilite más al que está en funciones, y aprovechar en forma de nuevos votos las migajas que se le desprendan.

   Qué mes más largo y tedioso se le va a hacer al que rechazó la opción de conformar gobierno y someterse a una prueba de frustrada investidura, en un chulesco alarde de prepotencia y desprecio. Cuánto deben estar arrepintiéndose, por verse relegados y en segundo plano, ante el protagonismo que disfruta el que dice vivir un sueño.

   Qué desconcierto, incertidumbre y arritmia estará sintiendo Europa, que calla sospechosamente, que espera inquieta y que observa como perro de caza, que vigila su presa en una puesta incierta.

   Y despierta la prima de riesgo amenazante de nuevo, mientras se desploman las bolsas, se enturbia el negocio asiático, se abarata el petróleo y se anuncian nuevas recesiones y temores en los mercados.

   Mientras los días pasan, entre informativos e informaciones permanentes, ruedas de prensa incansables, canutazos de pasillo, que repiten intervenciones, interpretan gestos, analizan comentarios y provocan mil quinielas y apuestas, como si todo terminara teniendo que decidirse por mero azar y suerte.

   Mientras la ciudadanía espera, en unos casos expectante y en otros resignada, dudando quizá, de si esto era lo pretendido y para esto estábamos preparados.

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