OPINIóN
Actualizado 17/02/2016
Fernando Segovia

En semanas pasadas mi compañero colaborador en este medio, Toño Blázquez, sufría al no encontrar tema sobre el que hablar en su columna. Al final hace una interesante reflexión sobre la desaparición voluntaria (nada de suicidio, ni muchísimo menos) y un intento de vivir una segunda vida sin intervenciones sobrenaturales. Vamos, estar entre el ser y el no ser (o el haber sido).

  En estos tiempos de dificultad, de males sociales al por mayor y también propios, de tanta incomprensión, descensos alarmantes de nivel en muchos sectores, de tufos por doquier, de escarbar en los bolsillos para encontrar algo parecido a una moneda y no encontrarla, es habitual querer esconderse, asomarse al mundo desde otra barrera desconocida y ver qué pasa desde ahí. Es una tentación. Pero difícil de llevarla a cabo. Y eso que en esta tierra del oeste la salida natural incruenta está muy cercana: la frontera por el poniente. Allí, donde el mapa señala a Portugal. Un país amable, cercano, con más bajo nivel económico y tan atrayente para una nueva reencarnación en vida. Buscar un nuevo Eldorado por tierras lusitanas, que pueda haberlo. Para ir casi cómodamente en zapatillas y pijama, como quien abre la puerta al cartero. Con la misma comodidad de quien va pedir una aspirina o una pizca de sal a casa del vecino. Y esperar allí a que escampe. Que no es huir (que me decía mi vecino igualmente intranquilo y cansado), es tomarse unas vacaciones largas, como las de los abuelos de posibles de antes. Unas vacaciones de bajo presupuesto, de esas en las que sale más barato irse que quedarse en casa (que las hay, se lo aseguro). Ir desmontando por inanición (por la justificada fuga del contribuyente resignado) las incansables arcas recaudadoras por esos débiles conciudadanos huidos que se hartaron de sufragar y sufragar costes desmesurados en los sueldos estratosféricos de tantos incompetentes, fugas y más fugas y desvíos de caudales públicos por doquier, megalomanías varias e inservibles en casi todos los sectores, montones de jubilaciones anticipadas e injustificadas, desastres en las gestiones de las cosas públicas, y montones de recibos para todo, acumulados a cada mes y carísimos de coste. La tentación está ahí al lado.

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