"El trabajo más importante que han realizado los matemáticos en el último siglo es desconocido por la mayoría de las personas instruidas del público en general". Lo dijo Bertram Kostant en su discurso de investidura como doctor honoris causa por la Universidad de Salamanca en 1992. Se refería a la denominada "teoría de Grupos" sobre la simetría de las estructuras de la materia. El punto de partida fue la constatación de que los antiguos griegos de la Escuela de Platón tenían razón al considerar que las piezas básicas de la construcción del mundo eran el tetraedro, el cubo, el octaedro, el dodecaedro y el icosaedro.
Veinte años después de aquella declaración de Kostant, ya en esta segunda década del siglo veintiuno, los investigadores han dado un paso más y han resuelto un enigma que se intentaba desvelar desde hace cien años: la estructura del carbono (o fullerene), representada en la imagen adjunta. Naturalmente, este nuevo logro de la ciencia ?que permitirá avances notables en ámbitos tan diversos como la medicina, la construcción de viviendas y obras públicas o las tecnologías de la comunicación? ha pasado también desapercibido para el vulgo.
Como pasa inavertido cualquier hecho que requiera un mínimo de curiosidad y reflexión. Porque, a propósito de simetría, ¿es posible que millones de conciudadanos ignoren el terrible desequilibrio social que conllevan los gobiernos totalitarios? ¿No valen para nada las lecciones de la Historia acerca del fracaso universal del régimen comunista? ¿No se enteran de que los extremismos populistas conducen a la destrucción y la pobreza?
Obviamente, a nadie que no se dedique a las matemáticas se le puede exigir que esté al tanto del fullerene. Pero con la misma lógica, a cualquiera que desee impedir que su vida personal y social quede reducida a partículas de carbono debe exigírsele que preste más atención a la armonía (propia de la simetría del fullerene) que al fulaneo y las fullerías de ciertos partidos políticos.