OPINIóN
Actualizado 16/02/2016
Luis Gutiérrez Barrio

Mientras escribía, la semana pasada, el artículo que titulé "El juego del reventón" se me vino al caletre, la semejanza que hay, entre los reventones de la red de suministro de aguas de  nuestra ciudad y lo que está pasando en los partidos políticos. En algunos más que en otros.

Me barrunto yo, que esto de la corrupción, es directamente proporcional al grado de responsabilidad que se ostenta. Es decir, que cuanto más cerca de las arcas, más corrupción.

La actividad de los partidos políticos funciona, en buen parte, como la red de abastecimiento de agua, de forma subterránea, sin que nadie sepamos qué es lo que ocurre debajo de nuestros pies.

Por esos laberintos subterráneos, se fragua el porvenir de los españoles, se decide quien tendrá trabajo y quien no, cuanto cobrará, si nos recortan o no, si se apoya al banco tal o al cual y con cuánto dinero. Se decide hasta qué agujero se tienen que apretar la correa los españolitos. El producto que se obtiene de exprimirlos, sirve de alimento a los exprimidores  que acumulan tal cantidad, que no serán capaces de consumirlo así vivieran cien vidas.

En este nuestro querido país, no tenemos muy claro qué es eso de que nos encomienden la gestión y la administración de los bienes del país, o de una empresa o de una asociación?.  Pensamos que esos bienes de los que nos nombran administradores, se nos entregan  para nuestro solaz y recreo, y no tardamos mucho en actuar como si de una herencia se tratara.

Cuantos más años permanecemos en el cargo, más nos afianzamos en esta creencia, y cuando vemos que la poltrona se tambalea, sacamos toda nuestra artillería a la palestra, para defender con uñas y dientes, los bienes de los que disfrutamos y que no estamos dispuestos a ceder a nadie. Son nuestros por derecho de conquista y no vamos a permitir que unos advenedizos nos los arrebate.

Para mantener ese estatus somos capaces de las más grandes chapuzas que la mente humana sea capaz de imaginar. Se manipula la red de suministro subterránea, desviando tuberías para que el caudal llegue allí donde más nos interesa. A veces desviamos tanto caudal hacia unos determinados conductos, que acaban por reventar, saliendo a la superficie, el agua a borbotones, inundando barrios enteros. Agua que acaba perdida en el río sin que nadie sepa a ciencia cierta quien ordenó aquel desvío.

Después de muchas investigaciones, comisiones, inspecciones y todo lo que queramos, se llegará a la conclusión de que el culpable de todo este desaguisado fue el fontanero de guardia.

Los ingenieros seguirán enriqueciéndose más y más, nadie sabe, a ciencia cierta, de dónde sale tanto dinero, y sobre todo, cuando algo sale mal, cuando se produce el reventón, nunca saben nada ni tiene responsabilidad alguna. Entonces, nos preguntamos ¿Qué hacen ahí?

Mientras tanto, en la superficie, todo funciona como si nada ocurriera, los ciudadanos van y vienen, se aposenta en las esquinas apelando a la caridad de sus semejantes, otros hacen sonar su acordeón para obtener unas monedas que les permita llevar un mendrugo de pan a casa, otros, cuando la fría tarde invernal va declinando, se recluyen en el cajero automático en el que pasarán la gélida noche de invierno, antes de que otro le quite el puesto. Todo esto mientras unos cuantos nadan en la abundancia, gracias al inmenso caudal que llega a sus casas, que aunque dejaran abiertos sus áureos grifos día y noche nunca se les agotaría.

Cualquier día, el quebradizo suelo, que hay bajo nuestros pies, cederá ante tanto mangoneo subterráneo y nos precipitaremos todos en el Averno de la chapucería. 

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