OPINIóN
Actualizado 15/02/2016
Rubén Martín Vaquero

El que venga detrás que arree

Hasta el siglo XIX España fue un país de piedras y plumas cosido con milagros, pero la revolución francesa, y las bayonetas de Napoleón, abrieron los ojos de la libertad a nuestros bisabuelos (lo que no había conseguido la Ilustración), que ciegos por la triple refracción de tradicionalistas, liberales y afrancesados, y sordos por el estruendo de los cañones, se pusieron manos a la obra, y metidos en faena en esos cien años cosecharon, eslabón a eslabón, seis reyes de tres dinastías; cuatro regencias; una república; siete constituciones y un par de estatutos; más de un centenar de pronunciamientos militares y de levantamientos populares; una guerra de liberación nacional; docena y media de revoluciones; pompas y parlamentos; arrobas de trágalas e intransigencias; cuatro guerras civiles: nueve guerras internacionales; dos invasiones de ejércitos extranjeros; docenas de jefes de gobierno (tres de ellos asesinados); la pérdida del imperio colonial cuando otros países europeos lo estaban construyendo; la omnipresente represión; un rosario de mártires de las persecuciones políticas y religiosas; el caudillismo político; y una legión de farsantes, tiranos, revolucionarios, idem de salón, espadones, caciques, mendigos, soñadores, cabrones, esnobs, putas, fugitivos y quijotes.

En el tintero quedaron, además del sentido común y de cierto olor a putrefacción, un 60% de analfabetos; profundas deficiencias estructurales, institucionales y sociales; la industrialización del país; la reforma agraria; la libertad; una Iglesia católica conservadora e históricamente ligada a los grupos dominantes; un ejército cargado hasta el exceso de oficiales, descrédito, pronunciamientos y derrotas; el compromiso social y la solidaridad; la intransigencia de las oligarquías y élites dueñas del poder económico; el diálogo y el pactismo político; y un embotado centralismo indiferente a los anhelos de los nacionalismos periféricos que, azuzados por los intereses de unos pocos, rebuscaron en las diferencias para crecer acallando la memoria de otros pueblos.

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